Temporales bíblicos, averías y hasta un motín son algunas de las vicisitudes vividas por los más de 150 españoles a bordo del buque Montserrat en uno de los viajes más convulsos dentro de las olas migratorias de la España de Franco a Australia hace 60 años.
Fidel Aldaniz-Echevarría, un vasco de 87 años nacido en Ereño (Vizcaya), forma parte de los 7.800 españoles que emigraron a tierras australianas entre 1958 y 1964 en virtud de un acuerdo entre ambos países, y uno de los pocos pasajeros del Montserrat que quedan vivos.
Para él y otros españoles fue una gran aventura, a pesar de las diversas contrariedades en esta travesía, bautizada como Operación Eucalipto y que recorrió más de 16.000 kilómetros a través del Mediterráneo, el mar Rojo y el océano Índico.
Flirteos y peleas
En su casa de Sídney, en el sureste australiano, este emigrante casi nonagenario explica que el grupo de españoles, en su mayoría solteros, partieron de Bilbao en mayo de 1959 en plena dictadura franquista a bordo del Montserrat.
El barco recogió también a unos 700 griegos, entre ellos mujeres y familias, en una travesía que estuvo marcada por los problemas con el aire acondicionado, especialmente durante el sofocante calor que se sintió en el Canal de Suez, y las constantes averías mecánicas.
Además, el flirteo de los españoles con jóvenes griegas provocó algunas peleas con pasajeros griegos en medio de los ánimos ya caldeados. «Nosotros estábamos dándoles la simpatía a las chicas, un cariño y las veíamos un poquitín solas y entonces comenzaron los celos y la pelea», relata el vasco.
Averías y temporales
Según el Museo Nacional Marítimo Australiano, el barco capitaneado por Raphael Jaume comenzó a tener problemas mecánicos tras dejar el puerto de Aden, en Yemen. Incluso se detuvo en medio del Índico para hacer algunas reparaciones y después hizo un desvío hacia Colombo, Sri Lanka.
«Cogimos dos temporales muy grandes y el barco se levantaba y golpeaba el agua fuerte... y algunos dijeron que el capitán y alguno que otro estaban llorando porque pensaban que el barco se iba a hundir», recuerda Aldaniz-Echevarría gesticulando con las manos para explicar la violencia de las olas y el movimiento de los hombres por toda la cubierta.
En Colombo, en donde se quedaron dos semanas, algunos ni siquiera se aventuraron a salir del barco, pero Aldaniz-Echevarría y algunos amigos lo vivían como una gran aventura.
«Había cuervos que te cagaban, vacas en las calles, era muy sucio», describe entre risas este vasco recio, antes de confesar que se perdió en una de sus excursiones hasta que encontró a un lugareño que lo ayudó.
«Le dije 'Australia, Australia' y me llevó al puerto», rememora Aldaniz-Echevarría, que entonces tenía 27 años y una novia, Liria Chertudi López, y que había dejado un trabajo de mecánico en Euskadi.
Motín
Después de dos semanas en Colombo, el Montserrat partió a Australia, pero nuevamente en alta mar los problemas mecánicos no resueltos enardecieron a los griegos.
El Daily Express de la época, según un recorte que conserva el Museo, relataba que el motín fue protagonizado por 60 inmigrantes, quienes «se apresuraron al puente y apedrearon a los oficiales con latas y pedazos de madera. Exigieron al capitán regresar a Ceilán (Sri Lanka)».
Sin tener una fecha precisa del motín, Aldaniz-Echevarría recuerda que vio desde el comedor que el capitán disparó con una pistola al techo.
«El capitán comunicó: 'tenemos una lucha contra España y tenemos que defender la bandera española porque los griegos quieren apoderarse del barco' y nosotros dijimos 'del barco no se apodera nadie. Darnos cualquier cosa para hacerles frente'», recuerda Aldaniz-Echevarría.
El capitán distribuyó a los españoles en distintas posiciones armados con patas de mesas y sillas, aunque, según Aldaniz-Echevarría, quien estaba en una de las escaleras que daban al puente de mando, el barco «tenía armas y calderas de agua caliente», lo que permitió que la revuelta no pasara a mayores.
Fin del viaje
Tras casi dos meses de viaje, el Montserrat llegó al puerto australiano de Fremantle el 29 de junio de 1959, tras investigarse los hechos, al capitán y a la Compañía Trasatlántica Española los multaron por no tener un barco en buenas condiciones.
Los españoles partieron a diversos destinos y Aldaniz-Echevarría se fue en tren a Queensland a cortar la caña en los cañaverales, un duro trabajo en el que los españoles sufrieron duras condiciones, sobre todo al principio.
El vasco inició así una nueva vida en una tierra que ha hecho suya y en donde se casó con Liria, y actualmente ya tiene hasta bisnietos