Hace unos días, nuestro Presidente dijo que la mayoría de los mexicanos lo respalda y no permitirá un golpe de Estado. Tal aseveración avivó, la imaginación de la gente. De entrada, muchos pensaron que algo raro ocurrió en su cabeza. Otros demandaron que diga quién o quienes, de dónde provenía tal aseveración; qué más sabe al respecto.
Para otros más, se trató de una invención para distraer la atención de Culiacán, de cuando detuvieron a Ovidio Guzmán López, hijo del Chapo y luego lo soltaron, pues por más disculpas, el gobierno, se vio reducido para encontrar la que convenciera de inmediato.
Se dijo asimismo, que nuestro mandatario busca victimizarse, con la misma intención de acabar con la crítica al fallido operativo.
Tal vez el discurso del experimentado, culto, serio y preocupado general Carlos Demetrio Ochoa, lo hizo concebir que el Ejército está molesto con él, lo que parece cierto, debido a la exhibición ante grupos de estúpidos que lo ha increpado, en las que ha tenido que aguantar vejaciones, porque esa es la orden.
En lo personal, me parece que la alocución fue para expresar el compromiso de las fuerzas armadas con México. Entre otras cosas, para eso se educan los militares, aunque las palabras hicieron además, referencia a la dignidad, a la vergüenza y a la entrega de la institución a las mejores causas. Por ningún motivo permitirá que se quebranten con nada.
Quizá nuestro mandatario vio algo en la sociedad, porque también la inacción ante la delincuencia que crece cada día de manera espantosa y preocupante, despierta como alarma la conciencia de la sociedad. La estrategia para combatirla es la menos indicada que se haya conocido. Si los anteriores utilizaron otras tácticas, peor ha resultado cruzarse de brazos
Nada menos el lunes, México se estremeció con el brutal asesinato de la familia LeBarón, en el norte del país. Los asesinos no tuvieron miramientos para disparar inclusive contra niños. La autoridad no hizo nada. Absolutamente nada, acusaron familiares.
Resulta increíble que hasta en casos como este, se insista en que la culpa es del pasado. La realidad es que se gobierna ahora y que todo lo que ocurra desde que se asumió el mando, el primero de diciembre del año anterior, es responsabilidad del sucesor. Se aceptó el timón con todo lo bueno y malo que existe y con la inmensa responsabilidad de erradicar las perversiones y preservar lo que vale la pena._