Pocas veces nos detenemos a pensar en la cantidad de experiencia sonoras que vamos acumulando por la vida. Y en las relaciones que estos sonidos tienen con lo que vivimos. Hace años solía pedir a los alumnos de la materia Producción de radio un trabajo que implicaba reunir las canciones que conformaran la banda sonora de sus vidas. El requisito es que fueran solamente diez temas y que resultaran representativos para ellos. No se trataba de elegir las diez canciones que más les gustaran o que estaban de moda, sino las que les definieran como los seres humanos que eran hasta ese momento.
Los resultados fueron variopintos ycuriosos, pero lo cierto es que la actividad siempre trajo consigo momentos tortuosos por síntesis necesaria y significativos dado el peso de la memoria. Es de suyo complejo reducir a 10 rolas la vida de alguien, aunque tampoco es que acumulemos tantas canciones en el playlist existencial como para sostener que todas nos definen a rajatabla. Una alternativa para el ejercicio podría ser con el universo de canciones en torno a alguna temática, época, género, artista o cualquier otra.
Me he acordado de esa tarea luego de haber visto a Bruce Springsteen en el programa de televisión El Show de Graham Norton. En la vida de las personas hay referentes que se mantienen sin acusar demasiada notoriedad. Están, aunque no se les perciba, pero es casi seguro que su influjo se haya presente. La música de El Jefe es un ejemplo de ello. Uno no se da cuenta de la cantidad de historias acumuladas en la memoria hasta que se mencionan. Más allá del cliché de portavoz de la clase trabajadora, Springsteen es la piedra angular sin la cual difícilmente se comprende la música de hoy. En especial el rock.
Con esta lógica y luego de recetarme algunos de los comentarios del tal Bruce,hubo necesidad de armar una lista de temas que habrían dado vida a una tarea como la que pedía a los chavales de la universidad. Comencé con Dancing in thedark, un clásico que llegó a mi vida en una compilación de éxitos de 1985. Seguí con Born in the USA, aquella noción sonora que muchos confundieron con elegía patriota. Y ya entrados en gastos, Born to run, el preámbulo del trancazo que habría de suponer la megaestrella de Nueva Jersey.
De ahí a Streets ofPhiladelphia medió una banda sonora. Mismo caso de la festiva Out in thestreet y la dolorosísima Drive allnight, legado de otra cinta, Reignover me. Y ni qué decir de Becausethenight,cuya versión de los 10,000 Maniacs resultara fabulosa, o el infaltable Brilliantdisguise y Glorydays, con la esencia de la E Street Band encapsulada.Así fue que acabé en el diseño del soundtrack de una vida cobijada por The Boss y comprendiendo nuevamente, como hicieron mis pupilos, aquella frase atribuida al Nietzsche: sin música la vida sería un error._