Las visitas de los periodistas empiezan a resultarles agotadoras. Dos terceras partes de los 115 habitantes residentes en Pescueza
, un pequeño pueblo situado al noroeste de la provincia de Cáceres, tienen más de 65 años. Son ancianos a los que el periódico «Hoy», del grupo Vocento, va a nominar como «extremeños del año», pero ni los premios ni la llegada de hordas de informadores procedentes de la televisión danesa, la francesa y la mismísima BBC logran que a Manuela (92 años) y sus convecinos les convenza la «fama». Su tranquilidad es de lo que más se precian.
La razón del boom mediático es un asunto que parecería de cajón: la adaptación de un pueblo a las necesidades de sus residentes. Pescueza ha vivido una transformación singular en los últimos años acorde con la edad media (ronda los 75 años) de sus paisanos.
El pueblo se ha hecho accesible, con pasamanos o barandillas en todo el pueblo; con un coche eléctrico que traslada a quien tenga dificultades para desplazarse; con un centro de día apto para su uso todo el año; con una furgoneta a la puerta de las casas para desplazar al médico a los ancianos hasta Coria (cabecera de comarca, a 20 kilómetros); y con un smartphone para quien lo pida con un botón del pánico por si les ocurre algo. A esta teleasistencia perpetua la llaman «acompañamiento en la soledad» y evitan que ningún pescozano se caiga y pase horas desatendido. No se combate el envejecimiento, se alimenta.
«Se reconfiguran los servicios acorde a la demanda de sus habitantes», explica Constancio Rodríguez, presidente de la asociación Amigos de Pescueza. Si se precisa una peluquera una vez al mes, o un podólogo, se apuntan en una lista y se «trae» esa prestación, cuenta.
Carril-andador al suelo
Es el municipio, también, donde los coches se detienen ante la franja de caucho azul pintada en el suelo y que une el Ayuntamiento con el centro de salud y éste con el de día. Va a llegar hasta la Iglesia. Este carril-andador «traslada» sin riesgo de resbalón a sus habitantes a los sitios donde suelen acudir en su tránsito diario. Aquí, la movilidad la marca el ritmo pausado de sus gentes, esas mismas que sonríen socarronas, en días de debates electorales, cuando escuchan las promesas dirigidas a lugares «vaciados». Los habitantes de Pescueza no creen lo que oyen de Madrid, aunque sí confían en los políticos locales y su recetario contra la despoblación. Porque hay que decir que un ayuntamiento (en manos del PSOE, primero José Vicente Granado y, ahora, Andrés Rodríguez) ha auspiciado junto a Amigos de Pescueza la metamorfosis de la aldea.
Es extraño que un pueblo que destina el presupuesto municipal a mejorar la vida de sus vecinos sea noticia. Y, sin embargo, lo es
Dicha entidad se ha convertido en una suerte de empresa que procura empleo a 11 personas, entre auxiliares, enfermeros y cuidadores. Con estos puestos creados por y para mayores, «ahora hay catorce niños en el pueblo», presume su presidente. Con la mejor vida, llega la nueva vida.
Paradójicamente, lo que fue una idea concebida para la asistencia en la senectud de los vecinos se ha convertido en la tabla de salvación del pueblo entero. «Los mayores no quieren abandonar sus casas. Es lo último que desean», dicen en el Consistorio, de manera que destinar las arcas públicas a que se queden es invertir en la supervivencia de la localidad. Constancio añade: si tu abuelo vive en el municipio, sus hijos(emigrados a Madrid, Barcelona y Cáceres) retornarán y sus nietos arraigarán en el rural extremeño. Y así, Pescueza no morirá.