Que la economía argentina no se haya reactivado no solo ha malogrado la reelección de Mauricio Macri, también puede perjudicar el balance de la vuelta de Cristina Fernández de Kirchner al poder, ahora como vicepresidenta del país. Ciertamente era la oportuna «ventana» electoral para su vuelta, pero esta se produce sin que Macri haya arreglado la situación económica, por lo que la crisis también podría llevarse por delante al nuevo Gobierno.
La inestabilidad social en la que se encuentra Latinoamérica, con disturbios en varios lugares y mucho más ligada a los ciclos económicos que otras regiones del mundo, no presagia tiempos fáciles, desde luego. La compleja relación del peronismo con el Fondo Monetario Internacional (FMI), además, complica la gestión del rescate de 57.000 millones de dólares aprobada por esta institución. Argentina terminará este año con un nivel de deuda pública externa del 93,4% del PIB, el más alto de Latinoamérica.
Cifras negativas
La recuperación económica que buscaba Macri no llegó a tiempo de las elecciones celebradas el pasado 27 de octubre, y tampoco lo va a hacer al comienzo del mandato del presidente Alberto Fernández, no al menos en el primer año: a la contracción del PIB de 2018 (-2,5%) y 2019 (-3,1%) seguirá la de 2020 (-1,3%), año en que además la inflación, algo más moderada, puede en cualquier caso alcanzar el 39,2% y el paro sostenerse en el 10,1%, según las previsiones del FMI.
En 2020 comenzarán a darse los primeros resultados benéficos de los duros ajustes de Macri, pero la relajación de muchas de las medidas adoptadas por este, prometida durante la campaña electoral por el peronismo, puede ralentizar esa mejora; además, en cualquier caso, las previsiones para toda la región son sombrías. Latinoamérica crecerá este año 0,2% y el próximo 1,8% (-0,2% y 1,7% en Sudamérica), de acuerdo con el informe publicado por el FMI en octubre. No hay ciclo expansivo a la vista, sino que la coyuntura internacional va a seguir lastrando las perspectivas.
Otro informe del mes pasado, esta vez de la comisión económica de la ONU para la región, la Cepal, es también pesimista en sus proyecciones, al constatar que el volumen del comercio de los países sudamericanos cerrará este año con un descenso del 2,5%. Si Alberto Fernández sigue cuestionando el acuerdo entre Mercosur y la Unión Europea, el comercio argentino se verá afectado, pues Brasil ha advertido que puede romper Mercosur como respuesta.
La desconfianza de los mercados internacionales hacia Cristiana Fernández de Kirchner, cuyo regreso al poder se vislumbró claramente en las primarias celebradas en agosto, ya se ha traducido en los últimos meses en mayores dificultades para la obtención de inversiones extranjeras destinadas a la explotación de petróleo y gas. Así ha ocurrido en Vaca Muerta, cuyo desarrollo requiere el capital exterior que Macri había salido a buscar. Que lleguen ahora esas inversiones dependerá de la tranquilidad que puedan transmitir las políticas del nuevo presidente. Durante la presidencia de Fernández de Kirchner, dado el alto precio del petróleo, importó poco el empuje de la producción, pero con precios más bajos, la expansión en el número de barriles es vital.
Una fórmula poco funcional
La fórmula Fernández-Fernández ha sido adecuada para el triunfo electoral, pero existe alta probabilidad de tensiones políticas internas en el peronismo. La historia más bien demuestra que la fórmula de un ex-número uno haciendo de número dos raramente funciona, salvo que el nuevo número uno acepte el papel de subalterno (caso Putin-Medvedev). Cristina Fernández de Kirchner no es precisamente la persona más humilde del mundo.
Además, uno de los políticos promovidos por ella, Axel Kicillof, se ha convertido en gobernador de la provincia de Buenos Aires (la más rica y la más poblada, con 16,6 millones de habitantes) y puede actuar de contrapeso si conviniera.
La vicepresidenta también puede optar por un perfil bajo, sin entrar en conflicto con Alberto Fernández, a la espera de que este «se coma» la crisis económica y optar ella a la presidencia dentro de cuatro años, una vez el nuevo presidente haya colmado sus aspiraciones de mando y la región encare un ciclo económico positivo. Pero se diría que Kirchner no tiene mucha paciencia.