El debate del lunes dejó una mala noticia para los liberales, y es que fueron los dos candidatos populistas quienes salieron premiados. Iglesias y Abascal -o al revés, monta tanto- quizá no creciesen en votos pero sin duda consolidaron el de sus partidarios, lo que en el caso del resto de sus rivales no está tan claro. Ambos contaban con la ventaja esencial de sentirse liberados de cualquier compromiso viable o pragmático: les bastaba con soltar sus disparatados programas de máximos y batirse el uno contra el otro en plan bizarro para galvanizar a sus respectivos electorados. El líder de Podemos tiene experiencia en este tipo de asaltos y el de Vox, situado por sorteo en el centro del escenario,...
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