Hasta ahora, Sevilla honraba a Elcano y olvidaba a Magallanes, los dos protagonistas indisociables de la primera vuelta al mundo entre 1519 y 1522. Pero ese enfoque está cambiando a marchas forzadas en los últimos tiempos: no hay mes que pase sin que se conozca una nueva iniciativa para honrar al almirante luso con su nombre: jardines, centro cultural, obras de teatro, exposiciones... Hasta existe una Red de Ciudades Magallánicas, como si la gesta de Elcano fuera subsidiaria de la del marino luso. Pero no siempre fue así.
El primero en subirse al callejero fue el navegante portugués en 1868, en paralelo con otros ilustres forjadores de América como Pinzón (por los hermanos onubenses pilotos en el viaje descubridor de Colón), Alvarado (por el conquistador de Guatemala, Pedro de Alvarado) o Procurador (por Bartolomé de las Casas, el fraile dominico que denunció la explotación de los nativos y se ganó el título de “procurador de las Indias, obispo de Chiapas e hijo de Triana” tal como se le cita en la placa de su calle).
Elcano tuvo que esperar a 1920 para dar nombre a una de las primeras calles que se trazaron en la huerta de Los Remedios, cuando la ciudad mira con ojos codiciosos a la otra orilla del río y se prepara para adueñarse del inmenso baldío que redibuja la corta de los Gordales suprimiendo uno de los meandro del Guadalquivir. Elcano, como en la vida real, llegó después que Magallanes, pero le robó el protagonismo.
El nomenclátor es una buena muestra de ello: Magallanes, una calleja que conecta Castilla con Alfarería tan estrecha que no permite el paso de vehículos y una avenida peatonal sin viviendas en el parque de María Luisa compartiendo honores con conquistadores como Pizarro, Almagro o Hernán Cortés, marinos como los Pinzón o el cronista Gómara; Juan Sebastián Elcano tuvo mejor suerte y la vía en su honor está junto al convento de Los Remedios, donde estaba el puerto de las Mulas desde el que partieron las cinco naves de la expedición. Pero no sólo las calles hablan de sus protagonistas.
Trato de héroe
La ciudad siempre ha dispensado un trato de héroe colectivo al marino guipuzcoano que completó el azaroso tornaviaje desde las islas de la Especiería hasta Sevilla huyendo de la persecución portuguesa. El cuarto centenario del viaje descubridor, en septiembre de 1922, se celebró en San Sebastián, donde el Rey Alfonso XIII embarcó en el acorazado «París», fondeado en la rada del puerto.
Pero en Sevilla se señalaron «con un repique general las vísperas de las fiestas conmemorativas del IV centenario del primer viaje de circunnavegación realizado por Sebastián Elcano (sic)». Se engalanaron con colgaduras los balcones del Ayuntamiento, «edificios oficiales, muchos particulares y consulados de repúblicas americanas», según la reseña en ABC, que daba cuenta de que las autoridades habían cumplimentado al comandante del cañonero «Vasco Núñez de Balboa» y anunciaba la iluminación nocturna en honor del marino de Guetaria y la actuación de la banda de Infantería de Marina en la Plaza Nueva.
Tres años antes, con ocasión del cuarto centenario de la partida de la expedición, el Ayuntamiento colocó una placa en honor de los navegantes en la fachada del antiguo convento de Los Remedios en la que se cita expresamente a Magallanes y Elcano. La lápida remata, con el inflamado lenguaje de la época, una promesa: «¡Gloria perdurable a los valerosos nautas que coronaron la más portentosa empresa de la raza española! La ciudad de Sevilla les erige este mármol, promesa de otro más digno monumento».
El monumento tardó en llegar exactamente 43 años, pero se erigió finalmente. El 27 de octubre de 1972, Sevilla inauguraba el recordatorio a Juan Sebastián Elcano en la glorieta llamada de los Marineros Voluntarios en recuerdo de quienes se enrolaron en los buques sublevados de la Armada después del alzamiento del 18 de julio de 1936. Los guardiamarinas del buque escuela «Juan Sebastián Elcano» montaban guardia mientras el capitán general de la Zona Marítima del Estrecho, el almirante Pery Junquera, descubría la escultura del marino guipuzcoano, cubierto con una bandera nacional mientras sonaba el himno. Era el viernes 27 de octubre de 1972.
Habían pasado nueve años desde que el Ayuntamiento abrió un concurso público de ideas para elegir el boceto ganador. En 1965, el proyecto del escultor granadino Antonio Cano Correa se alzó con el concurso.
Fue así como Elcano pasó a presidir la glorieta de acceso a la plaza de España, a la que se incorporaron luces y surtidores de agua en septiembre de 1974, dos años después de su inauguración. La primera estatua al marino de Guetaria la había erigido su pueblo natal en 1800. Pero Sevilla ya había unido su nombre al piloto de la nao «Victoria» con que completó la vuelta al mundo.
Astilleros y barriada
La empresa nacional Elcano -especializada en construcción naval y líneas marítimas-, dependiente del INI, decidió en 1944 instalar unos astilleros en Sevilla continuando con la tradición de las atarazanas desde los tiempos de Alfonso X el Sabio. En 1947, la Diputación de Sevilla presidida por Ramón de Carranza, dictaba un edicto para expropiar 57.960 metros cuadrados propiedad del Patronato del Hospital de la Santa Resurrección de Nuestro Señor Jesucristo de Utrera para la construcción de «doscientas viviendas protegidas y grupo escolar para obreros y empleados fijos de los astilleros». Nacía así la barriada Elcano.
El edificio Elcano es algo posterior. En 1953, el arquitecto Galnares Sagastizábal firmaba el edificio Elcano, en la avenida de Moliní, una impresionante mole de ladrillo visto ejecutada según los cánones del racionalismo que forma parte de esa vanguardia imposible de la arquitectura sevillana de mediados del siglo pasado. También fue encargo de la empresa nacional Elcano como residencia de sus empleados de mayor nivel.
Elcano, el bravío marino vasco autor de la circunnavegación de la Tierra, se convirtió en lo que hoy llamaríamos un icono cultural en el que se miraba el franquismo, nostálgico de gestas históricas españolas. Pero en los últimos meses, la suerte parece haber dado un caprichoso giro en favor de Magallanes y en detrimento del piloto de Guetaria.
La revancha de Magallanes
Sevilla decidió bautizar, en primer lugar, en honor del marino portugués los jardines junto al rascacielos de la isla de la Cartuja. El parque fluvial Fernando de Magallanes es obra de Guillermo Vázquez Consuegra, autor del pabellón de la Navegación junto al que se emplazan estos jardines de 40.000 metros cuadrados para el solaz de los sevillanos.
Pero no es la única iniciativa que va a homenajear a Magallanes en la ciudad de la que partió en 1519. También se ha subido el marino luso a los escenarios. Monólogos en su boca y diálogos en el Alcázar en las visitas teatralizadas de este verano a cargo de la Compañía de Teatro Clásico de Sevilla, de Alfonso Zurro.
El Ayuntamiento de Sevilla ha anunciado días atrás que la Fábrica de Artillería de San Bernardo albergará un centro cultural que llevará por nombre Centro Magallanes. La justificación tiene que ver con la inclusión como socios de diferentes departamentos de las regiones portuguesas del Algarve y el Alentejo para beneficiarse de la línea de ayuda Interreg V de la Unión Europea para proyectos transfronterizos.
Se le hacía justicia al marino que conocía los derroteros para que la Armada del Maluco llegara a las islas de la Especiería navegando siempre a occidente al tiempo que se desactivaban las posibles reticencias a la cooperación que pudiera despertar en las autoridades portuguesas. Al fin y al cabo, Sevilla ya le había rendido honores suficientes a Juan Sebastián Elcano. ¿O no?