Un agente policíaco de Estados Unidos declaraba que, a diferencia de antaño, los asesinos seriales de nuestra época solo necesitan contactar vía teléfono celular a su próxima víctima, citarse con ella (en un motel, por ejemplo), y cuando el predador llegue a la reunión concertada, ahí estará el objetivo, aceptando de forma tácita lo que su contratante le hará.
La tecnología ha sido una herramienta de gran ayuda para el homicida reiterativo. Un teléfono móvil, por ejemplo, se usa no solo para llamar a otra persona. También sirve para grabar, para encontrar un domicilio determinado, para actualizar el perfil en su red social favorita e, incluso, como elemento mercadotécnico.
De las cartas firmadas con “Un sinceramente suyo…” de Jack el Destripador al Whatsapp que un predador urbano utiliza para guiar a la policía a la ubicación de un cadáver o para enviar las fotografías más recientes de sus hazañas anatómicas, hay una gran distancia tecnológica recorrida, aunque el objetivo siga siendo el mismo: la promoción personal del asesino.
En 2017, en Japón, una gran urbe tecnovanguardista del mundo, Takahiro Shiraishi, de 27 años, llamó la atención de las autoridades y medios de Zama, una ciudad ubicada en la prefectura de Kanagawa, cuando, a través de mensajes vía Twitter, se ofrecía a asistir a las personas que deseaban suicidarse.
Si la asistencia a los suicidas siempre ha representado un dolor de cabeza para las autoridades, la situación se complicó luego de que la policía contó con indicios de que Shiraishi en realidad embriagaba o narcotizaba a las víctimas para después estrangularlas hasta la muerte. El rango de edad de las mujeres fue de 15 a 26 años.
La policía de Zama especula que Shiraishi, antes de descuartizar a ocho mujeres, violó a algunas de ellas después de muertas. Los restos fueron arrojados a contenedores de basura. De acuerdo con los agentes, Takahiro Shiraishi usó algunas de las técnicas empleadas en el campo de la asesoría psicológica para ganarse la confianza de las víctimas a las que después asesinó.
Aunque la policía de Zama se adjudicó los honores en la investigación que derivó en la detención de Shiraishi, lo cierto es que fue la perseverancia de un familiar de una de las víctimas la que abrió el camino para la resolución de los asesinatos. A través de una cita falsa, el familiar acudió al departamento del sospechoso, pero no fue solo, llegó acompañado de varios agentes, quienes descubrieron restos de varios cadáveres.
De acuerdo con los datos proporcionados por la policía japonesa, Takahiro Shiraishi llegó a Zama procedente de la ciudad Kabukicho, la zona roja más grande de Tokio, donde trabajaba como Kaori Scouto, un explorador de prostíbulos en busca de mujeres para trabajar en la industria del sexo.
Desde el momento en que fue detenido, Shiraishi aceptó la culpabilidad de los homicidios que se le imputaron. Dijo sentir pena por algunas de sus víctimas, que a fin de cuentas no querían morir. “Solo buscaban a alguien que las escuchara”, señaló.
Explicó que el motor de sus homicidios siempre fue el sexo. La vulnerabilidad de sus víctimas, a las que narcotizaba, le permitía cumplir todas sus fantasías.
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