Cleto el fufuy sus ojitos cerró, Todo el equipo al morir entregó, Cayendo el muerto Soltando el llanto (voooy), Ni que juera para tanto, Dijo a la viuda el doitor, De un coraje se le enfrió, Qué poco aguante, Lo sacaron con los tenis pa’ delante…así dice la canción de “Cerró sus ojitos Cleto”, del singular compositor popular mexicano Chava Flores, que recoge en su hilarante letra, el folclor de uno de los íconos de la idiosincrasia mexicana: la muerte.
“Estiras la pata”, “Empujas margaritas”, “Te petateas”, “Chupas faros”, o, como “Cleto”, “Entregas el equipo”. De la muerte, de nuestra muerte, nos reímos, a las calacas las mostramos burlonas, las disfrazamos y emulando a Guadalupe Posada las vestimos de “Catrinas”.
Luego, armamos el altar con el que creemos que llegan los “fieles difuntos”. Y si acaso no llegan, también los vamos a visitar; y el aire se impregnará de olor a cempoal y el panteón se convertirá en romería. Llegará el trío norteño o hasta el mariachi para entonar la que le gustaba al muertito, el que pinta la cruz (de azul o verde), igualmente el que repinta las letras sobre la placa de granito o el que acarrea agua o te barre la tumba.
En el panteón de Lerdo, tengo muy presente el recuerdo de una pinta en letras negras sobre la barda blanca de una estrofa atribuida a Manuel Díaz Mirón (padre del connotado poeta de nombre Salvador): “Postraos, aquí la Eternidad comienza, ya es polvo aquí la mundanal grandeza”. Frase que se tatuó en mi mente y que cargaré conmigo siempre, aunque la hayan borrado de la entrada del panteón.
Nuestra cotidianidad está llena de citas sobre la muerte, como la verdad absoluta del filósofo de Güemez: “Se está muriendo mucha gente que no se había muerto antes”. En la extraordinaria película “Macario”, el vendedor de velas que quiere convencer a éste de comprarle: “Cuando nacemos ya traemos nuestra muerte escondida, en el hígado, en el estómago o en el corazón que algún día va a pararse. También puede estar fuera, sentada en algún árbol que todavía no crece, pero que te va a caer encima cuando seas viejo”.
Terminando con Cleto: “Cuando vivía el infeliz, ya que se muera, Y hoy que ya está en el veliz, “qué bueno era”…Hay que vivir la muerte, la de los otros, esa huesuda burlona que voltea para pelarnos los dientes, pues la calca está más viva que nunca. Y usted, ¿vive su día de muertos?
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