Ana Calderón está cansada. Muy cansada. En apenas seis días, el bar que regenta en Leganés Norte fue objeto de dos asaltos. Es uno de los ejemplos más claros de la impunidad y voracidad con la que llevan actuando, sobre todo en los últimos meses, los grupos que se dedican a reventar bares de barrio como el suyo. «Este es un negocio pequeñito, me han arruinado. He sufrido miles de euros en pérdidas. Me he llegado plantear cerrar; pero soy mujer y tengo 53 años, quién me va a contratar. Llevamos siete años abiertos, y solo ingreso dinero para poder pagar, sin ganancias», se queja en conversación con ABC.
El primer asalto lo sufrió a las cuatro de la madrugada. «Nos llamaron los de la empresa de la alarma. Los vieron por las cámaras. Eran dos tipos que llevaban guantes y sudaderas con capuchas», explica la dueña de Casa Dani.
Apenas estuvieron tres o cuatro minutos dentro. Rompieron la persiana con un pico y luego reventaron el cristal blindado. Se fueron primero a por las máquinas tragaperras, a las dos que tiene, y se apoderaron de 3.000 euros. «El problema es que el seguro solo cubre 600 euros. La Policía tardó en venir porque coincidió con el asesinato del dueño de una tetería de La Cubierta de Leganés», explica Ana.
Seis días después, nuevo robo: «Eran los mismos y a la misma hora. Hubo un problema añadido, y es que los del seguro habían instalado mal el cierre en la anterior ocasión, pues dejaron solo dos de los cuatro anclajes que necesitaba».
Los delincuentes apalancaron
el cierre y reventaron el cristal con una alcantarilla. Llegaron y se marcharon en un BMW que figuraba como robado, de color oscuro. También eran dos y se llevaron 800 euros, casi todas las botellas de alcohol, rompieron la CPV y se llevaron de la caja registradora los cien euros que había para el cambio.
«Aún no los han pillado. En Leganés Norte, hay una cámara del Ayuntamiento, pero no está conectada», se queja la hostelera, quien ha tenido que cambiar el sistema de alarma pero se ve incapaz de tomar más medidas de seguridad, porque está con el agua al cuello.
Los suyos no son, ni de lejos, los únicos robos en el barrio. Unos meses antes, una banda colocó una bomba a las 6.30 horas en un cajero del Santander. También han asaltado dos peluquerías de la misma calle, en invierno y en verano. Han entrado en las oficinas de la compañía Mapfre de la avenida de la Reina Sofía y lo han intentado en otro bar.
«Han puesto una bomba en un cajero, han robado dos peluquerías, una agencia de seguros otro bar»
«Me salvé por poco de ser agredida. Porque me puse a gritar como una loca y soltaron el bolso»
«Esto no para. Durante el día –explica Ana–, pasa la Policía, pero por la noche no se ve ninguna patrulla. Desde entonces, padezco insomnio y problemas psicológicos, porque, además, me han tratado de atracar dentro de mi urbanización dos jóvenes. Vivo a tres minutos de mi bar y al cierre tienen que acompañarme a casa un cliente o mi pareja».
En aquella ocasión, se salvó por poco de ser agredida: «Porque me puse a gritar como una loca y soltaron el bolso. Ellos sabían que entraba sola».
Después de los dos robos en su establecimiento, ella misma ha estado dando vueltas con su coche a las tres y cuatro de la madrugada; «Pero no he visto ninguna patrulla policial. Eso sí, los chavales [en referencia a los agentes] no tienen culpa. La tienen las leyes de este país», se queja, muy categórica.
Hace poco, vio cómo llegaba a su bar «una gente sospechosa»: «Miraban las alarmas, se fijaban en todo... Como no me fiaba tras todo lo que me había ocurrido, llamé a la Policía y vinieron muy rápido. Pero es que Leganés ha crecido mucho y no hay suficientes efectivos. No pueden hacer más».
