Alrededor de las siete colinas que se levantan en el sur de Bulgaria, se encuentra Plovdiv, la segunda ciudad más grande de este país después de Sofía, la capital. Un destino que no les dejará indiferentes si se dejan atrapar por su arte, su gastronomía, sus monumentos y su historia. Cualidades suficientes para que este año haya sido nombrada Capital Europea de la Cultura 2019. Pasear por sus calles empedradas es sinónimo de detener el reloj y viajar en el tiempo ya que, a lo largo de la historia, ha sido asentamiento de tracios, romanos, bizantinos y otomanos. La huella de todas estas civilizaciones sigue aún latente en ella: mezquitas construidas en la época del imperio otomano, como Dzumaya, se fusionan con el estilo arquitectónico de las diversas iglesias ortodoxas que son todo un icono de Bulgaria.
Sin duda, uno de sus signos de identidad es el Teatro Romano, que fue construido durante el siglo II d.C y que alberga una capacidad para 30.000 espectadores. Este monumento icónico en Plovdiv se puede visitar de forma independiente y, si lo desean, pueden bajar hasta su imponente escenario y sentir su magia tan especial. Una de las cosas que más gustan de él es que está situado en un barrio donde hay infinidad de casas típicas. Además, las mehenas donde degustar la gastronomía búlgara que se encuentra en él no les dejará indiferentes. Resulta curioso porque todos ellos siguen un mismo modelo: pequeños salones como si formaran parte de una casa particular con mesas y sillas de madera decoradas con manteles de tela y algún objeto de labranza como adorno. ¿Entienden ahora lo de viajar en el tiempo?
Aquí podrá degustar algunos de sus platos más conocidos: musaka (una lasaña con patatas, huevos y carne de cerdo), kavarma (cazuela de pollo junto a verduras y queso) o el kyufte (hamburguesas de carne sazonada). Tres opciones que también podrá disfrutar en otra de las zonas más costumbristas. Kapana se podría describir en tres palabras: cosmopolita, alternativo y hípster. Pero también es música, gastronomía, pintura callejera, pubs, artesanía y moda. Su nombre viene de la palabra “trampa” por todas las estrechas calles que lo convierten en un verdadero laberinto. A principios del mes de junio, este barrio celebra sus fiestas locales y se vuelve aún más especial y acogedor: desde conciertos en la calle hasta exposiciones, pasando por competiciones deportivas o degustaciones gastronómicas.
La fé del turista
Toñi Montesinos. Crítica literaria
Llamará sin duda la atención a quien pise Bulgaria algo simple que deviene confuso. En el país se dice “sí” y “no” al revés de lo acostumbrado; para asentir, el local moverá la cabeza de izquierda a derecha, para negar lo hará de forma vertical. Esto originará alguna que otra situación surrealista a la hora de tratar de comunicarse. Dice la leyenda que los turcos, en la antigüedad, al querer obligar a los búlgaros a cambiar su fe, les pusieron un cuchillo en la garganta: si contestaban de manera asertiva para renunciar al cristianismo, eran hombres muertos, de modo que cambiaron el sistema de gestos para salvar el pellejo. Esta república se encuentra en un área que ha generado a lo largo de los siglos un sinfín de migraciones y conquistas, lo cual se refleja en su extraordinario patrimonio arquitectónico. Visitar su bella capital, Sofía, o Plovdiv, la nueva Capital Europea de la Cultura 2019 (asentamiento neolítico cuatro mil años antes de Cristo), es adentrarse en un apasionante viaje por la historia, en un país de aciago pasado comunista, pero que hoy goza de una democracia y un Estado laico. Un país que se ha ganado la fe del turista.