«La inteligencia artificial va a transformar a las pequeñas empresas pero para ello deben entender cómo funciona, y es un proceso doloroso». Con estas palabras, Karen Mills, en entrevista a ABC, comienza por destacar el efecto que las nuevas tecnologías deben tener en las pequeñas y medianas empresas. Miembro Senior de la Harvard Businnes School, reivindica para este tipo de negocios un mayor protagonismo porque «pueden cambiar el juego, son una gran parte de la economía». Nominada por el presidente Barack Obama para liderar la U.S. Small Business Administration, ha visitado recientemente Madrid para participar en una conferencia de la Fundación Rafael del Pino.
Mills define la «Small Business Utopia» (Utopía de la pequeña empresa) como el estado futuro imaginado en el que toda la vida financiera de la pequeña empresa «se transforma de manera positiva por las nuevas tecnologías y herramientas innovadoras que satisfacen sus necesidades». Gracias al acceso a todos los datos pueden disfrutar de capital que les permitirá crecer y crear empleo.
Los propietarios necesitan interpretar más claramente la información que existe para planificar mejor a la vez que los prestamistas pueden comprender mejor la solvencia de sus clientes potenciales. «La inteligencia artificial permite a estas empresas aprender de la experiencia de otros en diferentes partes del mundo, mirar otros diseños... te hace más fácil ser pequeño», resalta la experta en competitividad, emprendimiento e innovación. Cuanto la tecnología abra más la puerta a grandes cantidades de datos, surgirán más oportunidades para crear nuevos conocimientos sobre la salud y las perspectivas de una empresa pequeña.
Pero a su entender también existe el lado oscuro de la inteligencia artificial. Una de las principales preocupaciones es la de la privacidad. Si hay compañías que tienen el monopolio sobre la recopilación de datos, «podría afectar negativamente a la innovación futura y los beneficios compartidos que traería». Además hay riesgo de discriminar en función de los algoritmos que utilicen las máquinas. «Cómo regular esos algoritmos es una pregunta que se deberían hacer los gobiernos muy seriamente», aconseja Mills quien considera que España tiene una oportunidad para adelantarse en este sector una vez que «Reino Unido está tambaleando por el Brexit».
«Si hay compañías que tienen el monopolio sobre la recopilación de datos, podría afectar negativamente a la innovación futura y los beneficios compartidos que traería»
Durante su experiencia como responsable de la Administración de las Pequeñas Empresas en EE.UU, Karen Mills tuvo oportunidad de conocer a muchos empresarios de este tipo de compañías «preocupados en sus negocios y sin capacidad para ser una voz líder en innovación por lo que alguien les debe representar en la mesa». Y se ha dado cuenta de que España no tiene esa voz, «y puede que sea una desventaja, un error porque en este país las pymes representan un alto porcentaje del PIB y del empleo. La solución para estas empresas debe ser discutida con políticas».
Estas empresas tienen diferentes necesidades a las que requieren las grandes compañías como son el capital o trabajadores con diferentes habilidades. «El Gobierno debe comunicarse con estas empresas para saber los perfiles que necesitan y proporcionárselos», matiza la experta. «Otro ámbito en el que el Gobierno tiene que trabajar fuerte es en cómo hacer que las pequeñas empresas crezcan, dar herramientas a los trabajadores», añade.
Pero Mills subraya que la tecnología permite triunfar a las pequeñas empresas. Y apunta que las pymes se deben estar actualizando constantemente, y una vez más «si utilizas la inteligencia artificial puedes saber cómo actúan otros en tu misma situación, encontrar soluciones.... te permite ser mucho más productivo», añade. Incluso cuando hablamos de sectores tradicionales, como la agricultura o la ganadería, donde «también se crean nuevas oportunidades. Un simple pinchazo en la oreja de una vaca te puede dar mucha información del animal que puede evitar enfermedades», pone como ejemplo.
Pero nunca hay que olvidar que los cambios «siempre tienen impactos» y «deberían ir unidos a una regulación».
