La implantación de la sharía fue el fundamento sobre el cual se alzó en Irak el Califato. Desde 2014, Abu Bakr al-Bagdadi supo hacer de ese retorno a la literalidad de la ley islámica un arma de terror contra la población. Un arma eficacísima: terror de Alá, aún más que terror de los hombres. El Califa del Daesh murió anteayer. Despedazado, parece, por su cinturón explosivo. Ha sobrevivido muy poco a la ilusoria teocracia que él construyó entre Irak y Siria y que las tropas aliadas derribaron tras una sangrienta guerra. Fue el suyo un imperio alzado sobre la sangre: sangre sagrada y sin mesura. Y naufragó en la sangre. La de al-Bagdadi ahora es una irrisoria justicia por todo...
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