EN SOLO SEIS años, la industria española del mueble perdió más de la mitad de su valor. De producir 8.607 millones de euros en 2007 a 3.716 millones en 2013, según datos recogidos por el Observatorio Español del Mercado del Mueble elaborado por AIDIMME (Instituto Tecnológico Metalmecánico, Mueble, Madera, Embalaje y Afines). En ese periodo cerraron más de 5.000 fábricas y talleres, y con ellos desapareció la experiencia de cientos de trabajadores. Pero no toda. A partir de 2013, la producción nacional remontó alrededor del 20% hasta hoy, alcanzando un volumen de negocio de 4.483 millones de euros en 2018. “El mercado se quedó muy polarizado después de la crisis”, afirma Vicente Sales, jefe de análisis de mercados y estrategia de AIDIMME. “Solo sobrevivieron los fabricantes que hacían muebles muy baratos y muy caros. La zona media se había quedado en nada. Ahora, con la recuperación económica, esa zona se está llenando con una incipiente demanda de mueble a medida”. Y con esa nueva demanda ha surgido una generación de pequeños fabricantes de muebles hechos en España. Carpinteros con nombres y apellidos que comparten sus secretos de oficio en las redes sociales y que basan su negocio en la pasión, la calidad, la durabilidad, el diseño, la cercanía y la personalización. La mayoría de piezas que elaboran no se pueden comprar de un día para otro. Las hacen a mano y tardan varias semanas en terminarlas. Pero mientras el cliente espera, puede ir al taller, seguir el proceso de creación y decidir sobre un modelo que le va a acompañar durante años.