Ese futuro orgiástico que año tras año se nos escapa de las manos y en el que seguro seremos capaces de correr más rápido que vaticinaba Fitzgerald en «El gran Gatsby», adquiere un matiz mucho más sombrío pero cuidadosamente estético y preciosista en el debut de Alice Waddinton, la bilbaína de la que todo el mundo habla y que está consiguiendo hacerse un hueco, –hazaña nada fácil–, dentro del género fantástico. Tras dos años de trabajo y con un multipremiado cortometraje a sus espaldas («Disco Inferno»), esta joven cineasta profundiza con «Paradise Hills» –que después de su paso por Sundance ha aterrizado en Sitges entre aplausos–, en el concepto encorsetado de perfección. La cinta, protagonizada por Emma Roberts y Mila Jovovich, presenta un universo distópico cuya aparente tranquilidad inicial y pulcritud moral recuerda vagamente a esa «Mujeres perfectas» en la que Nicole Kidman tiene que batallar con un presentimiento que le indica de forma certera la mentira que se esconde tras esa perturbadora blancura en forma y fondo.
Ni princesas, ni rescates
La aparición repentina de Uma (Roberts) en ese idílico enclave sustentado en una isla en mitad del mar que actúa como centro de tratamiento correctivo para mujeres, inicia el relato de una historia plagada de guiños reivindicativos (búsqueda de la identidad sexual, feminismo, marginación, sumisión, conservadurismo) y recreaciones cuidadosas que en palabras de la propia cineasta beben de múltiples influencias: «Desde películas kitch de terror de los años 60 y 70 como “El abominable Doctor Five”, hasta series y películas también de la época como “La fuga de Logan” o “El prisionero”, pasando por cintas tipo “Las hijas del pueblo”», indica. A estos referentes, se añade además el estimulante ambiente familiar que ha rodeado a la directora desde pequeña: «Mi madre es muy fan de la ciencia ficción. Ella fue la primera que me puso “Metrópolis” o “Blade Runner”. Tener la oportunidad de ver “La naranja mecánica” con tus padres cuando eras pequeña o una película de Lars Von Trier en realidad es algo mágico y capaz de crear un lazo emocional con el cine». En «Paradise Hills», Waddinton mezcla la excentricidad de los colores con la espectacularidad de los vestuarios y plantea un juego de redefinición del clásico cuento de princesas para todas aquellas mujeres a las que no les apetece nada serlo.