La adicción al juego es un problema de salud pública. Entre un 1% y un 3% de la población adulta sufre un trastorno por el juego, porcentaje que se duplica entre los adolescentes ya que, si bien la ley impide que los menores puedan apostar, la realidad es que lo hacen y esta tendencia va al alza.
Por todo ello, parece imprescindible trabajar con los menores, especialmente en el ámbito de la prevención, para lograr revertir esta situación. «Para evitar la práctica clínica en lo que se refiere a la adicción al juego hay que hacer prevención escolar», señala Víctor Cabrera, psicólogo e integrante del área de prevención escolar de Vida Libre, asociación alicantina de afectados por la ludopatía, que desarrolla el programa «¿A qué estamos jugando?» de prevención y detección precoz del trastorno por el juego de apuestas en menores.
El fin principal de este proyecto, en el que colabora la Obra Social La Caixa, es el de aumentar la percepción de riesgo de los adolescentes respecto al juego y cambiar la creencia errónea e irracional que frecuentemente comparten los jóvenes sobre las probabilidades de éxito cuando se juega. Además, como recuerda Cabrera, «a veces la publicidad sobre casas de apuestas y juego está dirigida a la juventud, de manera que es importante trabajar para desarrollar el sentido crítico de los adolescentes ante los mensajes de publicidad».
Con estos objetivos, en el marco del programa, la asociación Vida Libre lleva a cabo sesiones en los centros educativos, las cuales se caracterizan por su dinamismo, por ser activas y por su forma evidencial. «Se trata de tres sesiones de unos 50 minutos de duración, que se llevan a cabo en horario lectivo, en las que trabajamos con toda la clase, asumiendo que todos los alumnos tienen la misma vulnerabilidad independientemente de sus circunstancias y conscientes de que a esas edades se da mucha importancia a la opiniones de tus iguales. En estas sesiones trabajamos los factores de riesgo de cara a caer en una adicción o trastorno por el juego», relata Cabrera, quien señala que éstas están dirigidas a alumnos de Secundaria de Alicante.
La eficacia de este programa, que en sus tres años de vida ya ha llegado a 825 alumnos, está probada. «Se han hecho estudios y evaluaciones que demuestran que funciona, ya que contribuye a aumentar la capacidad de percepción de riesgo de los adolescentes, mejora el conocimiento de los jóvenes acerca de las probabilidades de ganar, decrecen las actitudes de los menores favorables a la publicidad que fomenta el juego y cae la tendencia a llevar a cabo esta práctica».
Además, el programa se completa con sesiones con padres, con la elaboración y difusión de guías de detección precoz de trastornos por el juego dirigidas al profesorado y los padres y con la figura del alumno-voluntario. «Se trata de estudiantes que, tras haber participado en nuestras sesiones, se ofrecen para continuar con nuestra labor de prevención en sus centros», finaliza Cabrera.