El libro ‘Viajeros en el Tercer Reich’, de Julie Boyd, recoge testimonios de personas que visitaron el país durante el régimen de Hitler
Aunque hoy parezca increíble, hubo gente que fue de turismo a la Alemania nazi. Y no es que fuera turismo de riesgo: no se trataba de asistir a quemas de libros, que te dieran una paliza las SA por la calle o que te detuviera un ratito la Gestapo. No, eran vacaciones normales, de relax, gastronomía, visitas culturales, sol y fiesta (y sexo), con atractivos como el festival de Bayreuth y la pasión de Oberammergau. La Alemania de Hitler fue un destino muy solicitado, en Europa y el resto del mundo, especialmente para la luna de miel. Al menos hasta que comenzó la Segunda Guerra Mundial y, ya con los bombardeos aliados —y la invasión rusa ni digamos—, cayó mucho la demanda. Todo tipo de gente, de muy diversos países y con diferentes propósitos (ocio, estudios, negocios, diplomacia, periodismo, deporte), visitó en los años treinta el nuevo país levantado por los nazis a base de cemento, rearme, testosterona y esvástica, y una buena parte de esos visitantes se llevó incluso, lo que hay que ver, una impresión positiva y hasta entusiasta de una sociedad que les pareció estimulantemente activa, moderna y optimista. Otros, por supuesto, quedaron horrorizados.