Si nada particularmente exaltante ocurre en los próximos días, y ya no parece, habrá que agradecerle al presidente Sánchez que haya preferido gobernar en serio, y proteger los más elementales derechos de los españoles, a la demagogia facilista, y peligrosísima de introducir en el gobierno a miembros de la banda de Pablo Iglesias. Es evidente que el presidente ha hecho sus cálculos, y que el cliente de Iván Redondo intenta proteger también, y del mejor modo, sus opciones. Pero si España no ha caído en el atraso político y moral de ver cómo la extrema izquierda, totalitaria y cómplice de los más abyectos regímenes totalitarios, mancillaba nuestras instituciones democráticas.
Esto es muy importante. Esto es fundamental. Y con la misma contundencia con la que critico lo que me parece funesto y cínico, celebro lo que me parece interesante y positivo, prescindiendo de si las motivaciones del presidente son más o menos oportunistas.
El papel de Rivera no ha podido ser más lamentable. Se ha mantenido enrocado en un «no es no» que nada tenía de político, ni de comprometido con los intereses de los españoles, y del que sólo se ha movido en el último segundo, con su habitual postureo de pacotilla, ofreciendo un pacto que ni él mismo se creía para simular que no es un obstruccionista, cuando lo que en realidad deseaba es que Pedro Sánchez hiciera lo que ha hecho, que es darle la negativa y continuar con su estrategia de repetir las elecciones.
Esta súbita propuesta de Rivera habría parecido más creíble, y más sincera, si la hubiera hecho con tiempo, con un contenido claro, cuando aún había margen para llevarla a cabo. Me habría parecido más noble, y más digno, que Albert hubiera actuado de cara a los intereses de los españoles y no de cara a la galería que es como, lamentablemente, una vez más ha actuado.
Si hubiera dependido de Rivera, España habría visto cómo Podemos llegaba al Gobierno, porque Ciudadanos está mucho más pendiente de que PP y PSOE “queden mal”, para derrotarles electoralmente, que de proteger a los españoles de los peligros de la extrema izquierda.
Pablo Casado no ha sido tan oportunista como Rivera pero no ha mostrado ninguna capacidad de liderazgo, ninguna iniciativa política, ninguna imaginación creativa para poner a Sánchez en apuros y «obligarle» a gobernar con sus condiciones. En todos estos meses ha parecido el niño marginado con quien nadie quiere jugar y que en lugar de intentar adaptarse de queda en su rincón del ofendido, chutando solo el balón contra la pared.
Oportunistas, algo mezquinos, caraduras, y poco generosos lo han sido todos. Pero sólo Sánchez ha mostrado una virtud, que es la de librarnos de la lacra de Podemos. Los demás sólo han mostrado sus defectos, y con avaricia.