![](https://static3.abc.es/media/opinion/2019/09/17/rivera-0008-kMPI--620x349@abc.jpg)
Albert Rivera, que hace gala de una cintura para el giro digna del fabuloso Ricky Rubio, es ese político capaz de llevarse la contraria a sí mismo tantas veces como le convenga. En febrero de 2016, él y Sánchez eligieron la Sala Constitucional, una de las más solemnes del Congreso, para rubricar con pompa un acuerdo para investir al candidato socialista, vapuleado en las elecciones, como presidente de «un Gobierno de regeneración y progreso». Tres años después, Rivera giró en redondo y basó su campaña en un «no» frontal a aquel mismo Sánchez al que había apoyado encantado. En julio, su flamante aversión al líder del PSOE llegó al extremo de que saltándose las normas básicas de cortesía se negó...
Ver Más