La ciudad de Bagdad trae a nuestras mentes relatos de «Las mil y una noches» y también imágenes de una ciudad destruida por las bombas. A partir de ahora, gracias a Ahmed Saadawi, la relacionaremos con uno de los personajes literarios más sugestivos e influyentes de la historia de la literatura: Frankenstein. Tras la retirada de las tropas estadounidenses la guerra de Irak había terminado oficialmente, pero ni mucho menos la violencia. Las bombas estallaban en cualquier lugar dejando las calles sembradas de ruinas y restos de cuerpos humanos convertidos en pedazos que se recogían en sacos, sin posibilidad de identificación y de recibir una digna sepultura. Los ataúdes vacíos llevaban a veces una prenda de ropa o un objeto del muerto. Un viejo chatarrero llamado Hadi recoge restos de víctimas y los cose para crear el cuerpo de un hombre enorme en el que entrará el alma de uno de tantos muertos en busca de reencarnación. Le llamará Como-se-llame, qué otro nombre mejor para un ser así, y su misión es vengar la muerte de las numerosas víctimas que dan forma a su espantoso cuerpo. Hadi es un gran contador de historias en los cafés de la ciudad, un gran fabulador al que nadie cree cuando cuenta lo que ha hecho.