Cuando hace cuatro años moría Sara Torres –familiarmente «Pelo Cohete» por un juvenil peinado a lo punk–, que había compartido durante más de tres décadas su vida con Fernando Savater, este se propuso no publicar más; por suerte para sus numerosos lectores, ha faltado a su palabra y aparece ahora «La peor parte», unas subtituladas «Memorias de amor» con las que repasa una extensa trayectoria de cómplice sentimentalidad, desde los primeros encuentros en un contexto de profesor prestigiado y contestataria alumna, a los duros momentos de la enfermedad terminal de Sara y el duelo y la desarbolada soledad, pasando por entusiastas aficiones comunes, compartidas lecturas, progresivas confluencias políticas, divertidas anécdotas, algún puntual desencuentro e innumerables proyectos vitales. Este libro obedece a un declarado doble objetivo. Por un lado, vencer el dolor de la pérdida, cosa imposible porque no en vano el autor se rebela contra el convencionalismo de «el tiempo todo lo cura». Y, por otra parte, trazar un retrato de la amada, semblanza a la vez de todo un mundo relacional repleto de matices emocionales, detalles intimistas y percepciones cotidianas. El punto de vista narrativo parte del protagonismo del ser querido y su sorprendente trascendencia estética: «Solo el ser amado es un paisaje inagotable y el don de su compañía la única gracia que convierte al afortunado en repentino artista». Asistimos también a la crónica de una asumida vejez, que se pretende –y consigue– digna, lúcida y contemplativa, aunque mortificada ahora por esa dolorosa ausencia. Una acerada contradicción existencial se abre paso en palabras como estas: «Precisamente cuando menos amo la vida es cuando más temo morir».
Es asimismo un prontuario de la más conocida ideología civil de su autor, en compartidas vivencias con Sara: la lucha contra la criminalidad etarra a través del colectivo pacifista Basta Ya, y la exaltación de la ciudadanía libre e igualitaria, además de dedicaciones comunes como la afición cinéfila o la conjunta admiración por la «chanson» francesa, Elvis Presley y Arthur Rubinstein, entre otros referentes lúdicos. No falta algún pasaje humorístico, como los hilarantes párrafos en que se critica el esnobismo intelectual de la fascinación por una sibarita gastronomía.