La maldad existe. Siempre ha existido y formado parte de nuestra naturaleza, por mucho que nos empeñemos en negarla. A lo largo de los siglos la Humanidad ha recurrido a toda clase de engaños en el empeño de sustentar esta negación: desde la personificación del mal en entidades demoníacas ajenas al mundo de los vivos hasta su equiparación con una enfermedad mental, que es la versión más políticamente correcta y extendida en nuestros tiempos, ha habido variantes para todos los gustos. Cualquier hipótesis ha resultado preferible a la verdad descarnada, consistente en reconocer la dualidad que nos caracteriza y el hecho de que en algunas personas, afortunadamente no muchas, la parte perversa prevalece abrumadoramente sobre la luminosa. En otras palabras,...
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