El Presidente, en su primer informe habló de la importancia de libertad de expresión, de los avances en temas de justicia social, de la transparencia en la gestión pública, del ahorro en el presupuesto público, de las medidas de austeridad implementadas en los primeros meses de gobierno, de las expectativas de crecimiento cercanas al cuatro por ciento, de continuar con un gasto público que fortalezca la política social para combatir la pobreza y de su propuesta para crear un Acuerdo Nacional para la Reforma del Estado, esto, con el objetivo de fortalecer las instituciones que darán camino a una nueva realidad de país.
Por cierto, estoy hablando del primer informe de gobierno de Vicente Fox en septiembre del 2001. Gracias a un resumen que encontré hecho por el profesor Víctor Manuel Muñoz Patraca, publicado en Estudios Políticos No.28, Sexta Época, Septiembre-Diciembre 2001, puedo comparar algunas notas entre este primero informe de Fox y el primer (tercer) informe de Andrés Manuel López Obrador.
El mensaje de Fox fue significativo por ser el primer informe de un gobierno de oposición y cuyo mensaje albergaba – aún en ese momento – grandes esperanzas de virar con determinación el rumbo del país, en lo económico, político y social.
Recordemos que, tras el categórico triunfo de Fox, éste llegó con más del 60 por ciento de aprobación a rendir su primer informe. Sin embargo, hay una clara diferencia con nuestro contexto actual. Fox tenía un congreso de oposición, lo que terminó por frenar muchas de las propuestas de reformas. Actualmente, el presidente López Obrador goza de un congreso aliado, lo que le ha permitido moverse con mayor facilidad.
Alguien podría pensar que es casi una herejía comparar a Fox con Andrés Manuel; sin embargo, todos los primeros años de gobierno de un presidente pueden ser comparables, y más aún cuando ambos han representado una esperanza de cambio casi radical, en la manera de conducir el país.
Sin lugar a duda, desde un inicio, la administración de Fox dejó claro que su política económica estaba basada en una estrategia de continuidad, incluso en buena medida su política social también. Por su lado López Obrador, desde campaña, dejó claro que su administración sería un cambio de régimen a lo que se ha llamado la cuarta transformación.
En el 2001, para muchos de nosotros, había en el ambiente una esperanza de cambio significativo en la manera de ejercer el poder y en la manera de tomar decisiones. La esperanza radicaba en la eliminación de prácticas clientelistas enraizadas en el modus operandi del PRI por más de 70 años. Desafortunadamente, dicha esperanza pronto se transformó en decepción.
Ahora, en el 2019 de alguna manera renace algo de esa esperanza de cambio, y aunque podemos no estar de acuerdo en algunas de las estrategias y decisiones de la nueva administración federal en materia económica, si creo que muchos queremos confiar en que habrá un exitoso combate contra la corrupción cuando el presidente dice “No es jugar limpio utilizar al Estado para defender intereses particulares y procurar desvanecerlo cuando se trata del beneficio de las mayorías”.
Entre otras cosas, Fox no pudo operar los cambios necesarios porque no había cuadros nuevos o blindados de las viejas prácticas clientelistas, tuvo que operar con lo que había y no cambio mucho. No veo que AMLO tenga suficientes cuadros nuevos ni blindados, creo que tiene una mezcla ecléctica peligrosamente inclinándose hacia viejas prácticas políticamente corporativistas. Ojalá me equivoque.
El autor es Decano Asociado de Educación Continua de la Escuela de Ciencias Sociales y Gobierno, del Tec de Monterrey.
Opine usted: ppenia@tec.mx
Esta es una columna de opinión. Las expresiones aquí vertidas son responsabilidad únicamente de quien la firma y no necesariamente reflejan la postura editorial de El Financiero.