La líder de Hong Kong, Carrie Lam, renovó ese martes una petición a los manifestantes prodemocracia de que detengan la violencia y entablen un diálogo, mientras el hombre más rico de la ciudad instaba al gobierno a ofrecer una salida a los manifestantes, en su mayoría jóvenes.
El gobierno prometió la semana pasada retirar una propuesta de ley que desencadenó los tres meses de protestas, pero no logró aplacar a los descontentos, que ahora también exigen reformas democráticas y que la policía responda por sus actos.
Durante el fin de semana, los inconformes cometieron actos vandálicos en estaciones de metro, encendieron hogueras en la calle y cortaron calles, forzando a la policía a emplear gases lacrimógenos.
Lam consideró que la escalada de violencia, con 150 detenidos (incluidos varios estudiantes) en los choques iniciados el viernes, agravará las divisiones y retrasará la vuelta a la normalidad.
Su decisión de retirar oficialmente la ley de extradiciones y otras iniciativas reflejaba su sinceridad y sus intenciones de reparar la sociedad y recuperar la paz, afirmó.
Por su parte, el multimillonario Li Ka Shing describió el verano de disturbios como la peor catástrofe desde la Segunda Guerra Mundial, en un video emitido en la televisora local. En sus primeras declaraciones públicas, Li, de 91 años, llamó a los jóvenes “amos de nuestro futuro” y dijo que el gobierno debería combinar la justicia con la indulgencia para resolver la crisis.
“Estoy muy preocupado. Esperemos que la gente de Hong Kong pueda capear la tormenta. Esperemos que los jóvenes puedan considerar la situación en su conjunto y que los que están al timón puedan dar una salida a los amos de nuestro futuro”, señaló Li en un acto religioso ante un templo budista este fin de semana.
“Aunque en ocasiones la humanidad puede chocar con el estado de derecho, en cuestiones políticas ambas partes deben intentar ponerse en el lugar de otro, así muchos problemas grandes pueden reducirse a problemas pequeños”, indicó. Li pagó hace poco anuncios en diarios pidiendo el fin de la violencia.
Muchos ven la reforma de las extradiciones, que habría permitido enviar a residentes de Hong Kong a la China continental para juzgarlos allí, como un claro ejemplo de la erosión de la autonomía de la ciudad desde que la excolonia británica fue devuelta a China en 1997.
Las protestas se han convertido en el mayor desafío a la autoridad de Beijing desde que asumió el control de Hong Kong, y en un bochorno para el gobernante Partido Comunista antes de las celebraciones el 1 de octubre de su 70mo año en el poder. Beijing ha tachado las protestas como un esfuerzo de delincuentes por escindir el territorio de China, respaldado por lo que describió como extranjeros hostiles.
Lam instó el martes a la gente a ser escéptica con las noticias que circulaban en medios sociales dirigidas a avivar el descontento.
Los manifestantes han instado a la operadora ferroviaria MTR a publicar las imágenes de seguridad que muestran la acción policial del 31 de agosto en una estación de metro, tras rumores en internet sobre que se habrían producido muertes esa noche.
MTR publicó varias imágenes este martes pero rechazó difundir el video, citando una investigación policial. El jefe de operaciones Sammy Wong señaló que las imágenes tienen limitaciones, porque las cámaras no cubren todos los rincones y varias fueron dañadas por los manifestantes.
Wong y representantes de la policía, bomberos y hospitales publicaron una línea temporal de esa intervención policial e informaron que tres personas heridas habían sido hospitalizadas.
No había reportes de personas desaparecidas para esa noche, reportó el agente de relaciones públicas de la policía Yu Hoi-Kwan.
El gobierno ha insistido en que no se han producido muertes durante los meses de protestas.