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Aquel Albert Rivera que irrumpió en la política desnudo, tapándose la entrepierna con las manos se ha esfumado. Su eslogan de entonces, «solo nos importan las personas», ha sido engullido por intereses puramente partidistas. Aquella promesa de ejercer de barricada para que los nacionalistas no volvieran a condicionar el Gobierno ha pasado a la historia. Desde abril puede cumplirla pero mira hacia otro lado esperando un pacto entre Pedro Sánchez y los independentistas que le reporte munición mientras dure la legislatura. En sus palabras tampoco hay rastro de los valores de Adolfo Suárez. En lugar de búsqueda de acuerdo y consenso, exhibe fobia al diálogo. En vez de guiarse por la generosidad y el sacrificio en interés de España, le...
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