Me dijo, cuando aún cantaba con Los Botines, que quería que le produjese. Nos vimos a menudo y en pocos meses me hice cargo de su carrera. Era trabajador a tope, cariñoso y uno más de la familia. Creo que le encaminé bien a lo que sería su sonido. Lo creamos juntos. Aprendió a producir conmigo en aquel primer disco. A falta de respaldo de la discográfica, yo puse lo necesario para que fuésemos a Londres y le puse en contacto con arreglistas; uno de ellos era el que había hecho «Eloise», la versión original de los hermanos Ryan con caballería de orquesta. Le dije: «Camilo, tú tienes una voz que aguanta perfectamente todo eso». Y empezó allí mismo a colaborar con Johnny Arthie, que le hizo como arreglista los éxitos más grandes de su carrera.
Pocos conocían su sentido del humor y su talento para imitar a casi todo el que quería. De mayor, cometió seguramente errores que cometemos todos. En España no tenemos generosidad para los tiempos duros de los creativos. Sara Montiel murió con la risa de la gente. Otros, un poco olvidados, como Blanca Fernández Ochoa. Vendrán homenajes, porque este país entierra muy bien pero no da el cariño que merece a gente que ha hecho cosas importantes. Como dijo la hija de Dúrcal, «bonito homenaje, ¡pero le hubieran encantado tanto en vida!». Es la parte cruel de mi país. Quiero criticarle y despertarle: seamos generosos y echemos una mejor sonrisa a quienes lograron cosas en sus momentos débiles.
