Tras otear desde el trípode la situación en el Reino Unido e Italia, volvemos a España. Aquí la política es ahora más tediosa que en estos otros países, pero la monotonía no es un defecto, porque la función de la política no es divertir; el que quiera distracción, que vaya al circo. Lo que sí debe ser es eficaz para resolver los problemas de la gente y garantizar el bien común de la nación.
Desde las elecciones de 2015, la repetición electoral corre el riesgo de convertirse en algo habitual y muy negativo para el interés general de España por el coste, la inestabilidad y la interinidad que conlleva.
Sería injusto atribuir solo al Sr. Sánchez la responsabilidad de esta situación, pero los hechos son tozudos: en las cuatro ultimas elecciones, la única novedad significativa respecto a las diez precedentes –en que no hubo ni una investidura fallida, ni repetición electoral–, es que el candidato socialista ha sido él.
Él fue quien con su «el no es no, Sr. Rajoy», impidió la investidura del claro vencedor en 2015 y 2016, y que obligó al PSOE al trauma de su salida de la Secretaría General para poder investir al doble vencedor, y no tener que repetir ¡por tercera vez! las elecciones.
Los lectores más veteranos recordarán la espléndida película «Con él llegó el escándalo». A España, antes desde la oposición, y ahora desde el Gobierno, con Sánchez llegó el bloqueo.