La Cámara de Diputados ha sido escenario de diversos capítulos que han marcado la historia de nuestro país. El palacio se San Lázaro ha atestiguado el camino de nuestra aún joven democracia. Desde su tribuna hemos visto grandes piezas de oratoria que han marcado nuestra vida política. En días pasados, la cámara baja pasó por una crisis institucional derivada de la intención del partido mayoritario de no respetar mis acuerdos asumidos al inicio de la legislatura, cuando se convino que la segunda fuerza política representada asumiera la presidencia de la mesa directiva durante el segundo año de ejercicio.
Vimos cómo una figura tan relevante en la vida política de México como Porfirio Muñoz Ledo, se vio en medio de una situación en donde se estaba violentando no solo la gobernabilidad del Congreso federal, sino también el respeto que se merece el recinto legislativo en donde se discuten y aprueban las leyes que conforman nuestro marco jurídico.
El espíritu de las leyes se basa en el respeto a nuestra Constitución, por lo que resultaba una aberración que se intentara hacer reformas a modo para mantener el control político, por encima de la voluntad popular de la que emanó la conformación de la actual legislatura federal.
Por el bien de nuestras instituciones y de la vida republicana que nos rige, la cordura política prevaleció y las ambiciones fueron contenidas, al respetar la representación popular que en el pasado proceso electoral permitió una presencia plural en San Lázaro.
El doble discurso, el exceso de retórica, el engaño y la perversidad no ganaron.
Triunfaron nuestras instituciones, demostrando que su fortaleza es lo que le da solidez a nuestra Nación.
¿No cree usted?