Eva se ha cortado el pelo y su manera de comunicarse desprende de forma involuntaria un aura afrancesada que poco o nada tiene que ver con su espíritu insurgente. Y Juan sigue manteniendo intacta su querencia por las gorras, la naturaleza y los afectos. Pero este mítico grupo de pop rock español, lejos de moverse en la pérdida de identidad que podría conllevar el exceso de experiencia en el mundo de la música (más de veinte años les avalan) y en esa torpeza iniciática de adaptación postmoderna a las nuevas plataformas de difusión, consigue reiventarse, innovar y mantenerse fiel a su invariable idea de «libertad creativa». La perpetuación de unas letras que han pasado a convertirse en auténticos himnos sirve como elemento distintivo para dibujar la pasión con la que estos zaragozanos entienden la música y el motivo principal por el que consideran necesario no dejar de hacerla. Como todas las cosas que se hacen con cariño, «Salto al color», su nuevo disco que sale hoy a la venta, suena a hogar, a raíces y a nostalgia. El patrón estético de este nuevo trabajo está compuesto por una serie de guiños cromáticos a colores del pantone y a la semejanza que estos pueden guardar con los conceptos de uniformidad e individualidad. «Esta vez hemos querido hablar de cuál es nuestro lugar en el mundo. En qué consiste esa búsqueda de la identidad, de lo individual, de lo colectivo. En qué tiempo vives, cómo te sientes, cómo quieres que te vean los demás», indica Eva mientras Juan apostilla:«La propia palabra “salto” contenida en el título del disco implica movimiento, y la palabra “color” yo la asocio con diversidad y por consiguiente con la ausencia de uniformidad. Este proyecto tiene que ver sin duda con la propia identidad dentro del mundo», repite. Han transcurrido dos años desde que Eva Amaral y Juan Aguirre saborearan el destello del éxito de su última gira con «Nocturnal», pero la boca del estómago ya les pedía a gritos nuevas composiciones como la que ahora presentan.