O la Selección no ha medido bien esa estrategia de “no empezar al cien por cien”, como pidió Sergio Scariolo antes de que arrancara el Mundial. O a España se le ha ido la mano al equiparar la primera fase del Campeonato con “la última de preparación”, como apuntó Jorge Garbajosa. O el equipo de baloncesto tiene un problema gordo para cimentar su futuro en China, como piensan con pesadumbre la mayoría de los aficionados después de ver los tres primeros partidos ante Túnez, Puerto Rico e Irán, rivales teóricamente inferiores, que no lo fueron tanto. Se ganaron los tres, eso es cierto, pero en los tres estuvo por debajo en el marcador y en los tres se vieron momentos de preocupantes congestiones. En los dos últimos, Marc Gasol tuvo que lucir sus galones de líder para deshacer los entuertos.
Con esos inquietantes precedentes, España llega al inicio de la segunda fase, a un partido decisivo frente a la Italia de Belinelli y Gallinari. Una derrota dejaría a la Selección virtualmente eliminada, porque estaría obligada a ganar dos días después a Serbia, el verdadero coco de esta Copa del Mundo, más coco incluso que Estados Unidos, que también tuvo un buen susto ante Turquía. Una victoria, sin embargo, colocaría a los de Sergio Scariolo en cuartos de final ante Argentina, Rusia o Polonia, tres rivales asequibles. Así que fíjense cómo cambia la película de un supuesto a otro. Esperemos que España ofrezca hoy una imagen diferente, que ese plan del seleccionador de avanzar en progresión, de escalar con el paso del torneo, culmine este viernes con su mejor versión. Ya no hay margen para el tropiezo.