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No, negarse a estrechar la mano de las diputadas españolas no fue, por parte de la delegación iraní anteayer, un gesto de desprecio hacia seres inferiores. Fue barrera profiláctica: la mano femenina contagia. Porque el cuerpo de la mujer es el de un animal contaminado, que sólo la omnipotencia de Alá puede lavar para exclusivo disfrute del esposo. Sin eso, la mancha que su animalidad imprime al creyente es indeleble. Es la marca del diablo, que la Sunna codifica: «Un hombre, una mujer y Satán en medio de los dos».
Nadie tiene derecho a fingirse sorprendido. El islam será muchas cosas; desagradables algunas. Pero no es ambiguo. Y la condición de la mujer, que tanto el Corán como la Sunna fijan,...
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