El ansioso debut de Cayetana Álvarez de Toledo y sensaciones encontradas en el Congreso
Hay pocos placeres mejores en la vida a las tres y media de una tarde de agosto, 34 grados, que ir a la Carrera de San Jerónimo de Madrid a ver qué tal le ha ido el mes a Albert Rivera. Pocos, por no decir ninguno. Entró por el pasillo del Congreso el último, como un rayo, con color pero sin pasarse (el bronceado está mal visto, son las nuevas normas, o eran las nuevas normas: las últimas dicen que lo que está mal directamente es irte de vacaciones) y con sonrisa a la altura de las expectativas. Hizo, eso sí, alarde de poderío: entró con la chaqueta abrochada. Abrocharse la chaqueta (caminar con la chaqueta abrochada, más bien: caminar con prisa) a finales de agosto es abusar.