Posiblemente estemos viendo los últimos días del Partido de la Revolución Democrática. A su interior ha iniciado la batalla por el registro, una parte quiere cederlo para conformar un partido nuevo, con una línea política más cercana a la derecha; otro grupo ha levantado la voz para hacer público su rechazo y exigir elecciones internas para renovar sus órganos de representación y dirección, acción que han pospuesto desde hace cinco años.
La intensión de desaparecer al PRD surgió hace un año, luego de la tempestad que significó para el Sol Azteca la elección federal bajo el efecto “AMLO”. Este hecho provocó la fractura de las corrientes ADN y Nueva Izquierda y, posteriormente la salida de personajes como Juan Hugo De la Rosa, Luis Sánchez y Javier Salinas.
Desde inicios de este año, su dirección nacional ha realizado una serie de eventos para impulsar una plataforma política a la que denominaron ‘Futuro 21’, que no es otra cosa que la preparación del terreno para sepultar al PRD y, sobre sus cenizas construir un nuevo partido. Todo iba bien en su estrategia, avanzaban en su objetivo sin levantar sospechas. Sin embargo, el pasado sábado, uno de sus más singulares cuadros, indiscretamente hizo pública la intención de desaparecer de un plumazo tres décadas de historia del Sol Azteca.
Dichas declaraciones calaron hondo en el ánimo de militantes y dirigentes, ya que se vivían las últimas horas de su campaña de afiliación. Es decir, mientras miles de perredistas se movilizaban para sumar voluntades a sus filas, desde un hotel de la Ciudad de México les llegaba el mensaje que su partido iba a desaparecer.
La inconformidad los círculos perredistas, obligó a los dirigentes nacionales a contradecir lo dicho por Gabriel Cuadri, pero, sin convencer a nadie.
Quienes impulsan ‘Futuro 21’ al interior del PRD, son los mismos que en su momento y sin consultar a nadie, firmaron el Pacto por México, y que seguramente jamás esperaron que en la primera etapa de su campaña nacional de afiliación alcanzarían más de un millón y medio de afiliados, de los cuales 280 mil son mexiquenses.
Bajo este escenario se verán obligados a por fin renovar sus órganos de dirección y representación en los próximos meses, tal vez en diciembre, sino fuera así, sería en marzo de 2020. Ya una vez renovados podrán abrir el debate sobre Futuro 21, política de alianzas y línea política. Tomar la decisión de derribar los últimos cimientos del Sol Azteca sin consultar a las bases, sería un balazo en la cien en la construcción de cualquier proyecto político.
El próximo fin de semana celebrarán un capítulo más de su congreso nacional con la intención de cambiar su modelo de dirección horizontal y regresar a un sistema vertical, pero seguramente también será escenario de reclamos ya aclaraciones sobre este tema.
Quienes dirigen los hilos de este partido tienen una última oportunidad para avanzar hacia 2021 como una opción estable, de objetivos claros, con liderazgos territoriales fuertes y con dirigentes municipales y estatales fuertes y con reconocimiento de su militancia. Esto es en lo que deben trabajar. Si deciden continuar con su política de café, salón y boletines, la suerte del PRD estaría echada y entonces sí, sobre sus ruinas podrían construir eso tan raro que llaman Futuro 21.