Puede parecer una distopía escrita por los guionistas de Hollywood, pero este estudio llevado a cabo por la Universidad de Rutgers-New Brunswick confirma la increíble devastación en todo el planeta que supondría una guerra nuclear total entre Estados Unidos y Rusia. El mundo soportaría un invierno nuclear global en el que incluso gran parte del hemisferio norte soportaría temperaturas bajo cero durante el verano. El resultado es que casi todas las 7.700 millones de personas que conforman la población mundial podrían morir de hambre.
El estudio, publicado en el Journal of Geophysical Research-Atmospheres, proporciona más evidencias para apoyar el Tratado sobre la Prohibición de las Armas Nucleares aprobado por Naciones Unidas hace dos años, dijo Robock. Un total de 25 países han ratificado el tratado hasta ahora, sin incluir a Estados Unidos, y entraría en vigencia cuando el número llegue a 50. El asunto está de plena actualidad: el gobierno de Donald Trump probó hace unos días un misil de crucero terrestre con un rango superior a 500 kilómetros tras la expiración del Tratado de Fuerzas Nucleares de Alcance Intermedio (INF, por sus siglas en inglés), que prohibía su almacenamiento o uso por las dos superpotencias.
Los investigadores, dirigidos por Joshua Coupe, un estudiante de doctorado de Rutgers, utilizaron un modelo climático moderno para simular los efectos de la confrontación nuclear entre las dos grandes superpotencias. Tal guerra podría enviar 150 millones de toneladas de humo negro proveniente de incendios en ciudades y áreas industriales a la atmósfera inferior y superior, donde podría permanecer durante meses o años y bloquear la luz solar. Los científicos utilizaron un nuevo modelo climático del Centro Nacional de Investigación Atmosférica con mayor resolución y simulaciones mejoradas en comparación con un modelo de la NASA utilizado hace doce años por un equipo dirigido por el coautor del nuevo estudio, Alan Robock, profesor en el Departamento de Ciencias Ambientales en Rutgers.
Un líder inestable
El nuevo modelo representa la Tierra en muchos más lugares e incluye simulaciones del crecimiento de las partículas de humo y la destrucción del ozono por el calentamiento de la atmósfera. Aún así, la respuesta climática a una guerra nuclear del nuevo modelo fue casi idéntica a la del modelo de la NASA. «Esto significa que tenemos mucha más confianza en la respuesta climática a una guerra nuclear a gran escala», ha dicho Coupe. «Realmente habría un invierno nuclear con consecuencias catastróficas», subraya.
Tanto en los modelos nuevos como en los antiguos, se produce un invierno nuclear cuando el hollín (carbono negro) en la atmósfera superior bloquea la luz solar y hace que la temperatura media global de la superficie caiga 10ºC.
Debido a que una gran guerra nuclear podría estallar por accidente o como resultado de la piratería informática, un fallo en un ordenador o un líder mundial inestable (algo no tan decabellado), la única acción segura que el mundo puede tomar es eliminar las armas nucleares, asegura Robock. La cuestión es quién es el primero en dar el paso.