Ya se ha dicho, aunque no con la insistencia que la gravedad reclama, que desde el año 2000 hasta 2018, el crecimiento de la nómina federal fue enorme, pasando del 11 al 33% del PIB. Asimismo que el número de empleados de bajo nivel casi no tuvo variación, a cambio de la cantidad de funcionarios de alto nivel y del impresionante incremento del sueldo de éstos.
Ello, además de costar, coadyuvó a complicar con más trámites engorrosos -muchas veces inútiles- la administración pública federal, pues los nuevos escritorios requirieron justificación de su existencia y posibilidades de medrar.
Es lógico que la limpia emprendida por el actual gobierno, aunque haya hecho llegar la escoba a lugares indebidos, en términos generales ha dado lugar a miles inconformes de angora con capacidad de que su protesta se haga notar mucho más que la de ciudadanos del montón…
Ahora bien, no vale culpar de ese despilfarro solamente a los gobiernos de la llamada “docena trágica”
Se dice que, para colmo, los salarios que paga la iniciativa privada se han ido a la baja, en tanto que con el fin de la bonanza, restaurantes, bares, sastres y similares, han visto reducida su clientela.
Ahora bien, no vale culpar de ese despilfarro solamente a los gobiernos de la llamada “docena trágica” y de su dignísimo sucesor.
En Baja California, por caso, el gobierno que se apresta a entrar en vigor acaba de poner el grito en el cielo por el enorme incremento del gasto público que ha detectado en la administración que se apresta al retiro, en el entendido de que la inversión en obra pública siguió la dirección contraria: se redujo. En síntesis, el gasto público se incrementó un 43% entre 2013 y 2018 basado en un aumento muy notable de “servicios personales y generales”. Mientras que la inversión para obra pública se redujo a la mitad.
“No hay recurso que alcance si se gasta en forma irresponsable” dice con todas sus letras un estudio elaborado y difundido por el grupo “ObserBC” ya desde antes de que el gobernador Francisco Vega de Lamadrid rindiera su último informe. En suma, se concluye que el gobierno saliente “estiró mucho más el brazo que la manga”, según decían las abuelas para hacer referencia al despilfarro.
Muy cierto es que no se cuida igual el dinero ajeno que el propio. En este sentido cabe rendir un sincero homenaje a don Arnulfo Villaseñor Saavedra, el último presidente municipal de Guadalajara, quien realizó una enorme obra urbana con recursos propios del ayuntamiento, mismos que había cuidado con esmero: se trata de una avenida que cruza prácticamente toda ciudad de poniente a oriente, sin la cual hoy día la circulación por la Perla Tapatía se hubiera tenido que realizar en el seno de una congestión mucho mayor.
También aquí, el exceso de nómina ha hecho imposible que, desde que se constituyó el primer ayuntamiento del PAN, se haya hecho una sola obra grande sin pedir fiado y endrogar las arcas municipales.
