A principios del año pasado, el entonces ministro de Fomento, Íñigo de la Serna, rescató uno de los grandes anhelos del sector turístico español: la conexión del AVE con la terminal 4 del aeropuerto Adolfo Suárez Madrid-Barajas. Entonces, De la Serna prometió volver a poner en marcha un proyecto que su antecesora, Ana Pastor, había metido en un cajón. Afirmó que la T-4 estaría conectada a la alta velocidad, aunque no ofreció un horizonte temporal para hacerlo. Precisó que se iba a buscar «una solución técnica». Y Aena ya se ha puesto manos a la obra.
Aunque un proyecto de tal calado incumbiría no sólo al gestor aeroportuario, sino también al Ministerio de Fomento, Adif y Renfe, la compañía que preside Maurici Lucena ha comenzado a moverse. El pasado mes de mayo, Aena adjudicó a las compañías Wsp Spain y Tema Ingeniería el concurso para la realización de un estudio sobre la accesibilidad integral e intermodalidad en los aeropuertos de la red de Aena. Con el encargo, el gestor quiere que se analice la situación de los accesos «en su estado actual y futuro a corto y medio plazo, de manera que queden detectados posibles puntos de conflicto antes las actuaciones de desarrollo planeadas tanto por el aeropuerto como por su entorno», según figura en las prescripciones técnicas del concurso.
De forma adicional al estudio integral, el trabajo contempla la realización de otros específicos y de detalle de diseño funcional de soluciones de intercambio modal, tipo estaciones de autobuses, metro, tren de alta velocidad, Cercanías...
Aunque el pliego no se refiere en ningún momento de forma específica al aeropuerto de Madrid-Barajas, el proyecto de conexión entre el aeródromo y la alta velocidad es el que siempre ha estado encima de la mesa. El enlace es una reivindicación constante tanto de las aerolíneas como del sector turístico español. Defienden que, de lograrse, se conseguiría mejorar la afluencia de turistas con el atractivo de poder prorporcionarles un billete combinado de avión y tren a directo de alta velocidad a otros destinos. Las aerolíneas consideran que sería un importante catalizador para alimentar los vuelos de largo radio que parten de Madrid desde otras ciudades.
La más reivindicativa con la conexión ha sido siempre Iberia. La aerolínea asegura que el proyecto permitiría atraer a 300.000 visitantes a Madrid, un incremento similar a ciudades como París o Fráncfort, según aseguró el mes pasado su director de Comunicación, Juan Cierco. El AVE, aseguró, permitiría a Barajas ser «puerta entre Asia y América», además de eliminar emisiones de los aviones al facilitar la sustitución de los vuelos de corta distancia por transporte terrestre. El 65% del tráfico de Madrid es de interconexión, para el que deben «dar opciones de intermodalidad a unos pasajeros que pueden volar a través de otros “hubs”», según dijo hace unos meses el presidente de la compañía, Luis Gallego.
Cuando se ha hablado con anterioridad de conectar el AVE con la T-4 siempre ha salido a colación la posibilidad de enlazar Chamartín, ya conectado a través de Cercanías, con el aeródromo. No obstante, algunos técnicos aseguran que se trataría de una solución compleja.
Uber y Cabify
Además de las alternativas para la alta velocidad, Aena también quiere conocer cómo enfrentarse a uno de los fenómenos más recientes de la movilidad urbana: los vehículos de alquiler con conductor (VTC), que trabajan con las tecnológicas Uber y Cabify. En la actualidad, las compañías de vehículos VTC tienen plazas habilitadas en los aeropuertos para recoger y dejar clientes por las que pagan a Aena. En el caso de Barajas, disponen de plazas en los Parking 1 y en el 2, además de en la planta cuatro del módulo B de los aparcamientos de la T-4.
La patronal del sector, Unauto, considera un agravio injustificado que el taxi disponga de más de 4.000 plazas en el aeródromo madrileño de forma gratuita «y que nosotros tengamos que pagar para poder recoger a nuestros clientes de una forma cómoda», como asegura su presidente, Eduardo Martín. En su opinión, el taxi también debería pagar por tener plazas en los aeropuertos porque «igual que nosotros, son un servicio al público. Pero cada uno es dueño de sus licencia y de sus resultados de explotación».