Cuando Google compró DoubleClick en 2007, el buscador necesitaba un hábil cabildero antimonopolio que le ayudara a obtener la aprobación en Washington para desarrollar una posición poderosa en la publicidad digital.
Google contrató a Makan Delrahim, quien había trabajado en el Departamento de Justicia y en el Capitolio durante el gobierno del presidente George W. Bush. La relación resultó ser fructífera para ambas partes. Se autorizó el acuerdo de Google, que le pagó a la firma de Delrahim 100,000 dólares por cabildear ese año.
Ahora, Delrahim está del otro lado de la mesa y dirige la división antimonopolio del Departamento de Justicia de EU, que hace dos semanas anunció una amplia revisión de posibles problemas de competencia en “las plataformas en línea líderes del mercado”. La revisión, que pone mucho en juego, se produce en un momento en el que Silicon Valley está firmemente en la mira de ambos partidos (Republicano y Demócrata) antes de las elecciones de 2020.
El funcionario de 49 años de edad será crítico en la toma de decisiones, en un momento en el que la administración del presidente Donald Trump considera si debe controlar a los grandes grupos de tecnología.
“Makan considera que los innovadores deben tener derecho a los frutos de su innovación porque sin eso, el incentivo simplemente no existe”, dice Jonathan Jacobson, quien trabajó con Delrahim en una comisión para modernizar el tema antimonopolio en la década de los 2000.
Nacido en Teherán en el seno de una familia judía iraní, Delrahim llegó a Los Ángeles en 1979 sin saber inglés, y pasó gran parte de su tiempo libre trabajando en el negocio familiar, una gasolinera. “Surtí gasolina, cambié el aceite, afiné coches, vendí neumáticos. Esas experiencias me enseñaron más que solo saber cómo trabajar con un auto. Mi padre encarnaba el espíritu emprendedor estadounidense”, dijo en marzo.
Él mismo incursionó en la construcción de empresas, entre sus periodos en puestos de gobierno. Lanzó una startup para resolución de disputas en 2013 y en 2016 produjo una película de comedia negra de nombre Trash Fire. Como jugador de póker, también fue director de la World Poker Tour Foundation.
En 1991, Delrahim obtuvo una licenciatura en kinesiología en la Universidad de California. Pasó un año trabajando como entrenador de acondicionamiento físico y chef de un restaurante, antes de dirigirse a Washington para estudiar derecho.
Mientras estaba en la escuela, adquirió experiencia en tecnología al trabajar como analista de licencias en los Institutos Nacionales de Salud, y pasó una temporada en la oficina del Representante de Comercio de EU en temas de derechos de propiedad intelectual.
Extrovertido y políticamente inteligente, él tiene contactos en todo Washington y sabe cómo usarlos. “No se puede caminar por Pennsylvania Avenue con Makan, sin que lo saluden 100 personas”, dice Deborah Garza, quien también trabajó en la Comisión de Modernización. No es de extrañar que las grandes compañías de tecnología lo buscaran después de unirse a Brownstein Hyatt Farber y Schreck en 2005. Google y Apple fueron los primeros clientes de Delrahim, mientras que Qualcomm pagó por su experiencia durante casi una década.
En marzo de 2016, mientras muchos republicanos se alineaban para oponerse a Donald Trump, la táctica del abogado todo lo contrario. Él argumentó en The New York Post que respaldar a Trump era esencial para mantener a la Corte Suprema bajo el control conservador. Se le recompensó con un paso por la Casa Blanca, trabajando en nominaciones judiciales.
A finales de 2017, Delrahim regresó al Departamento de Justicia para dirigir la división antimonopolio y se lanzó a una batalla legal dolorosa por la compra que hizo AT&T de Time Warner, valuada en 80,000 mdd.
Dos meses después de la llegada de Delrahim, el Departamento de Justicia demandó bloquear el acuerdo. Argumentó que los consumidores perderían opciones si se permitía a los canales de distribución de medios comprar proveedores de contenido. Los críticos no estaban convencidos y tampoco los tribunales que fallaron a favor de las empresas.
Desde entonces, Delrahim ya aprobó una serie de mega acuerdos, como la compra de Sprint por parte de T-Mobile. Los abogados dicen que está tan preocupado por una aplicación excesiva, como por una aplicación insuficiente.
“Todo el propósito de la ley antimonopolio es desatar la competencia y liberar la innovación”, dice Garza. “Creo que él es muy sensible a llevar a cabo acciones en la aplicación de la ley antimonopolio, que podrían ser contraproducentes”.
Las compañías de tecnología a las que investiga pueden sentir consuelo por los comentarios que hizo en una conferencia de 2018: “Se buscan empresas que quieran innovar y tengan la capacidad de convertirse en monopolios”, dijo. “Ser grande nunca debería ser malo según la ley o política antimonopolio. Ser grande y portarse mal debería ser malo”.
Pero su retórica más reciente fue más dura. El mes pasado señaló que Standard Oil, el primer gran objetivo antimonopolio de EU, alguna vez fue pionero en tecnología, pero su “innovación se desaceleró a medida que se convirtió en un afianzado monopolista”. “Al perjudicar a la competencia, los consumidores y los mercados pierden”, dijo.
