El escritor italiano Primo Levi retrató como pocos el horror de los campos de concentración nazis, al haber sido rehén en uno de ellos durante casi un año, una experiencia terrible que marcó su vida definitivamente hasta su muerte en 1987.
Nacido hace cien años en Turín (norte), el 31 de julio de 1919, Primo Levi, de origen judío, fue deportado a Auschwitz en 1944 desde Italia, donde se había sumado a la resistencia antifascista.
En aquel cerco de alambre espinado se convirtió en testigo de excepción de los crímenes y, tras la liberación, sus escritos dieron la vuelta al mundo, siendo aún hoy frecuentes en las escuelas italianas como todo un ejemplo de memoria histórica.
Estos son los libros que permiten adentrarse en la figura y visión de uno de los escritores italianos más importantes del siglo XX.
«Se questo è un uomo» (1947, Einaudi)
Traducido en español como «Si esto es un hombre», es la ópera prima de Levi y la más importante. Fue escrita al regresar a Italia tras pasar once meses internado en el campo de trabajos forzados de Monowitz, anexo al de Auschwitz-Birkenau.
El escritor sostiene en su prefacio que el objetivo de este libro no es otro que mantener viva la memoria de aquellos crímenes, pues la mera existencia de los campos «debería ser entendida como una siniestra señal de peligro» por las generaciones futuras.
Levi narra con agudeza, precisión y sin paños calientes el sinfín de humillaciones que pasaron las víctimas del Holocausto, hombres, mujeres, ancianos y niños tratados como mercancía por aquel régimen criminal, y las durísimas condiciones de vida en los barracones.
«La tregua» (1963, Einaudi)
Es la continuación de «Se questo é un uomo» y segundo libro de Levi. En sus páginas rememora la auténtica odisea que, como millones de personas, tuvo que vivir para regresar a casa tras la liberación de Auschwitz por parte de las tropas soviéticas.
Comienza con la llegada de cuatro soldados del Ejército Rojo y con la paulatina comprensión de los rehenes de la verdadera dimensión de Auschwitz, del «campo grande» del que dependía Buna-Monowitz.
Y sigue relatando paso a paso el penoso periplo de ocho meses en tren que tuvo que recorrer en su regreso a su Turín natal, no como héroes supervivientes del terror nazi, sino ante la indiferencia de una sociedad, la europea, aún traumatizada por la guerra.
«Vizio di forma» (1971, Einaudi)
El Primo Levi más imaginativo aparece en este breve compendio de historietas de ciencia ficción que sigue a «Storie naturali» (1966), otro libro similar firmado bajo el pseudónimo de Damiano Malabaila.
Bajo estética futurista y marcado por un cariz de incertidumbre, el libro, uno de lo más desconocidos, trata temas como la sociedad del futuro, el desarrollo tecnológico, el comportamiento de las masas o el impacto del hombre en la naturaleza.
«Is sistema periodico» (1975, Einaudi)
Primo Levi conjuga episodios de su vida con sus conocimientos de Química y sus experimentos en el laboratorio, vinculando cada uno de sus veintiún capítulos a un elemento de la tabla periódica.
Pero no se trata solo de la autobiografía de un químico, sino que retrata «la historia de una generación» y reconstruye «una formación civil surgida en los años del fascismo
, los dramáticos episodios de la guerra o la lucha partisana», alegaba el editor Giulio Einaudi.
Comienza con el Argón, para describir los usos, costumbres y jerga de sus antepasados, judíos emigrados desde España en el siglo XVI y que se mostraban excéntricos y de hábitos ociosos.
Y termina con la curiosa explicación sobre cómo un átomo de carbono se transforma y acaba en el cerebro de una persona, permitiéndolo escribir el punto que pone final al libro.
«I sommersi e i salvati» (1986, Einaudi)
Este ensayo es el último libro que escribe Primo Levi, fallecido un año después, en 1987, y supone todo un legado de reflexiones sobre el Holocausto como forma de violencia inédita, cuarenta años después de su liberación.
Levi hace hincapié en lo que llama «zona gris», el espacio entre víctimas y verdugos poblado por los colaboracionistas, figuras «patéticas» que recibían privilegios en los campos por sus servicios y a las que «hay que conocer para conocer al ser humano», decía.
«Los prisioneros privilegiados eran una minoría en la población de los campos, pero por contra representaron una fuerte mayoría entre los supervivientes», zanja el escritor.