La pasión que Ignacio Urquiza tiene por la fotografía nació cuando tenía “6 o 7 años”, y su padre, pediatra, pero apasionado de la lente, le transmitió las habilidades que requería el oficio en ese entonces, cuando en el cuarto oscuro se revelaba la sensibilidad que el autor había captado en su imagen.
De igual manera, el amor que tiene a San Miguel de Allende nació en su infancia, cuando “visitaba la ciudad con mi familia cada fin de semana”, y conoció la esencia del pueblo, ahora ciudad, que ha retratado para dos publicaciones.
“El primero fue San Miguel de Allende Hospitalidad, y el segundo San Miguel de Allende, Encuentro y encanto”, dice el fotógrafo apenas unos minutos después de haber presentado su nueva publicación, en compañía del editor Roberto Gutiérrez y de Nicolás Alvarado, quien realizó el prólogo.
Tras firmar algunos libros y conceder una decena de fotografías; Urquiza vuelve a tomar la silla en el elegante salón del hotel Rosewood de San Miguel de Allende, para detallar el proceso de su más reciente trabajo, para el que retrató los encuentros y encantos de la ciudad, considerada la más visitada del mundo.
“A mí me entusiasma muchísimo todo lo que es San Miguel de Allende, desde muy chico veníamos muy seguido en familia los fines de semana, somos queretanos; y hace siete años, Ricardo Vega, mi cuñado, me presentó a Ángel Sierra; Ángel lleva 40 años viviendo aquí y decidimos hacer un libro sobre San Miguel de Allende. Salió el primero que se llama San Miguel de Allende, Hospitalidad, y ahora en este segundo, me tocó ver a un San Miguel muy cambiado, pero sin perder su esencia, ni su paciencia, ni su homogeneidad, ni su hospitalidad. Crece, pero se afianza, se aferra cada vez más a su cultura, a sus fiestas, a su religión, a sus habitantes.
El artista se define como un artesano de la imagen.
Pues sí, prefiero eso porque es un oficio, yo atestiguo lo que voy viendo, lo que va cambiando ante mi paso.
¿Cuáles son las imágenes de esas visitas que se le quedaron registradas y ha reproducido en este libro?
Hay una doble página donde están cuatro calles y puse mi cámara muy encuadrada hacia el piso, que es esa calle de empedrado y esa banqueta de losas monolíticas, gigantescas, perfectamente colocadas por artesanos; cosa que es característica en esta zona del Bajío, Querétaro, Guanajuato y San Miguel de Allende, es impresionante el arte de colocar piedra tras piedra.
¿Cómo nace su gusto por la fotografía?
Desde los 6 o 7 años yo revelaba con mi papá en el cuarto oscuro, él era pediatra, pero le encantaba tomar fotos, revelarlas, iluminarlas y yo me identifiqué con él en esa pasión; y después como a los 18 o 20 años quise volver a probar ya por mi cuenta, y un poquito con mi estilo, lo que era hacer un retrato y revelarlo. Y empecé a cobrar por ese servicio, con eso me pagué mi carrera, mis estudios, mis viajes, haciendo estudios familiares, y después me invitaron a hacer fotógrafo de alimentos en una revista, luego en otra. De Patricia Quintana hice el famoso libro El sabor de México, que retrata la cocina nacional de una manera más creativa, un libro de 300 páginas, editado en Nueva York, que se tradujo a nueve idiomas, de ahí para acá he tenido la suerte de ilustrar más de 120 libros con mis imágenes.
¿Hay temáticas que le llaman más la atención?
Mi tema preferido es la cultura gastronómica en todo lo que abarca, mercado, ingredientes, chefs, manos, platillos, sabores, provocar antojo, ese es mi legados.
¿Qué tanto le ha quitado la tecnología la sensibilidad del fotógrafo a una imagen?
La fotografía digital llegó para quedarse, desplazó dramáticamente a la fotografía análoga; el ojo y el conocimiento técnico que requiere una fotografía análoga es otro ejercicio, otro deporte, son otras habilidades; yo pasé por ahí y lo disfruté demasiado. Me costó mucho trabajo pasar a la fotografía digital, pero hoy estoy feliz por la inmediatez, por la facilidad de compartir una imagen, te quita todo el estrés, pero el cambio no fue fácil.
El trabajo de más de cien libros representa miles de fotografías, ¿hay algunas que tengan un significado especial para usted?
Sí, recuerdo una con la que abre un capítulo de El sabor de México, que es una marisquería en Veracruz, donde está un marinero sentado y unos bancos rojos; y están las jaibas… es una foto que me gusta mucho. Y por supuesto una que tengo de un chile en nogada por ahí, tengo dos o tres en realidad; aunque me cuesta mucho trabajo tomar chiles en nogada.
¿Por qué?
Porque he tomado tantos, que ahora tengo que ver cómo le hago para que todo esto sea diferente, creativo, novedoso, y que se antoje, a veces, nos cuesta mucho más trabajo hacer que una imagen se destaque, pero lo que yo aporto en mi labor es el antojo.
Una pasión gastronómica
Su tema preferido es la cultura gastronómica en todo lo que abarca, mercado, ingredientes, chefs, manos, platillos, sabores, provocar el antojo.