Alcohol, drogas y velocidad acaban con la vida de cuatro de los seis jóvenes que volvían de las fiestas de un pueblo
A las 7.20 de la mañana del pasado domingo Antonio recogía a su hija y a tres amigas de Santa Inés, un municipio salmantino de unos 120 vecinos que celebraba sus tradicionales fiestas de verano. Ya en la carretera comarcal, con el sol levantándose, observaba cómo delante de él iba un Fiat Stilo amarillo de tres puertas a toda velocidad. “Lo primero que me dije fue: ‘Pero, ¿dónde va ese loco, pero, dónde va?’. No me adelantó como se ha dicho, iba siempre delante”, cuenta desde el interior de su mercedes gris visiblemente conmocionado. “Yo estaba conduciendo —mueve el volante con las dos manos— y no paraba de decirme: ‘¡Se la va a pegar, se la va a pegar!’. De repente una recta, serpenteo, curva a izquierda, curva a derecha. “¡Perdió el control y se empotró contra unos árboles. Levantó una polvareda inmensa!”. Antonio, en shock, paró el motor en el arcén de la vía e ipso facto se bajó de su taxi. Antes, eso sí, ordenó a su hija y a sus amigas que no salieran: “Quedaos aquí”.