Mohammed Barkindo, nigeriano de 60 años de edad, secretario general de la OPEP, advirtió que había en el mundo una creciente movilización contra el petróleo, documentó la semana pasada The Guardian. Esa movilización, dijo, comienza a dictar las políticas y las decisiones de las empresas, y a determinar incluso la inversión en la industria del petróleo. Añadió que la presión era ya sentida, también, al interior de las familias de los funcionarios de la organización, cuyos hijos preguntaban en casa qué iba a suceder con su futuro.
La Organización de Países Exportadores de Petróleo está formada por 14 países que tienen 80 por ciento de las reservas probadas de petróleo, en América, África, Asia y Medio Oriente. Acaba de anunciar su decisión de aumentar la producción, a pesar de los esfuerzos por detener el calentamiento global. En esta coyuntura, su secretario general lamentó la movilización contra el petróleo. Este lamento fue recibido con alegría por Greta Thunberg, la activista de 16 años de edad que en septiembre de 2018, durante tres semanas, emprendió una huelga escolar frente al parlamento de Suecia, donde les dijo a los políticos de su país que estaban destruyendo el mundo, que estaban destruyendo su futuro y el futuro de millones de niños como ella. Su ejemplo fue seguido por muchas otras niñas, entre ellas Holly Gillibrand, una escocesa de 13 años de edad, que ha dirigido también huelgas escolares en Reino Unido. Decenas de miles de niños y adolescentes, de hecho, han marchado desde entonces en favor del clima y el planeta, y han hecho huelgas escolares en países tan diversos como Bélgica, Alemania, Suiza y Australia.
Las críticas a la industria del petróleo vienen ya no solo de los científicos y los activistas; también de los economistas y los políticos, que han hecho un llamado a todos los gobiernos para detener los subsidios al petróleo, el gas y el carbón, y en general para repensar la inversión en combustibles fósiles, a partir de la responsabilidad con las generaciones que vienen.
“Tenemos que planear nuestras inversiones pensando en el futuro de nuestros hijos”, dijo José Ángel Gurría. “No debemos financiar y desarrollar infraestructuras que no serán necesarias ni redituables en un mundo de emisiones bajas”. Las empresas de petróleo están bajo la mira. Han mentido durante años respecto a la destrucción que provocan en el planeta. Ya no es fácil para ellas atraer las inversiones que necesitan. Pero todavía tienen la capacidad de proyectar con éxito la percepción de la inevitabilidad de la ganancia. ¿Por cuántos años? La burbuja del carbono tendrá que reventar muy pronto. Porque ya no hay tiempo que perder.
El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, está enamorado del carbón y del petróleo. Tiene 73 años de edad. El presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, comparte con él ese amor. Tiene 65 años de edad. Ambos desconfían de la energía renovable. Ninguno de los dos vivirá para presenciar los efectos devastadores del cambio del clima en el planeta. Pero mientras tanto toman decisiones que afectarán la vida de miles de millones de niños. Todos estos niños, frente a ellos, no tienen ningún derecho. Me parece injusto. Los viejos deberían tener más acotados sus fueros y los niños, los adolescentes, deberían tener sus derechos más ampliados, entre ellos el derecho al voto. Hay que actuar contra la gerontocracia, a favor de la niñez.
Investigador de la UNAM (Cialc)
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