Nadie es capaz de satisfacerse a sí mismo todas sus necesidades, somos individuos interdependientes.
Quizá años de romanticismo individualista implantó la creencia de que cada cual es un ente aislado que a veces busca relacionarse con sus semejantes. Lo cual es una error de base; somos más bien seres comunitarios que a veces buscan aislarse un poco.
La convivencia armónica resulta una aspiración. Es paradójico que todos nos necesitamos, pero pocas veces encontramos la manera adecuada de apoyarnos. Relaciones de competencia y de suspicacia mutuas impiden que se obtengan beneficios de una cooperación creativa, incluso una genuina conexión.
Observamos (con tristeza) como dilapidamos las posibilidades de cooperación porque nos dejamos llevar por superficialidades.
Dos personas que no comparten iguales ideas políticas, religiosas o filosóficas tienen, sin embargo, muchos puntos de encuentro y conexión que descubrir; afinidades literarias, gustos o que necesiten cosas o habilidades que el otro posee en mayor abundancia.
Pero casi siempre las diferencias generan fronteras infranqueables y poca paciencia nos queda para buscar afinidades.
Es imposible que dos personas no compartan algo y que se privilegien las distinciones, lo que nos separa, la hostilidad y el enfrentamiento.
La violencia y la hostilidad fueron un factor de supervivencia en el mundo primitivo; pero hemos avanzado mucho desde los orígenes que colocarnos a la defensiva o al ataque ahora se convierten en verdaderos obstáculos, aunque nos alienta un deseo de llevarnos bien con nuestros semejantes y de enlazarnos a ellos en tareas productivas y creativas.
Si deseamos ser más poderosos, necesitamos de los demás. Si deseamos saber más, necesitamos de los demás.
Si deseamos un mejor trabajo, también necesitamos de los demás. Incluso, sí necesitamos estar solos, paradójicamente necesitamos de los demás.
Necesitamos de los demás pero no estamos dispuestos a arriesgarnos a fondo. Es decir a entregar nuestro interés, trabajo y afectos sin probabilidad cierta de ganancia.
Y aquí la cosa se enreda porque al practicar la misma estrategia todos, el fondo común se acaba.
Si todos queremos sacar y sólo poner una vez que estamos seguros, no hay forma de tener una riqueza compartida suficiente. No es tarde para aprender a compartir.
luisrey1@prodigy.net.mx
