“Nada mejor para el calor que un refresco embotellado; y si te lo invitan, te ha de saber más sabroso”, recuerdo las sentencias populares circulando por el barrio, y que nos sacaba risas a los niños y jóvenes de una generación ya ida en Tampico. Mientras detonaban risas pícaras, pero honestas; “a la gorra, ni quién le corra”.
Claro, entonces se hablaba de esa posibilidad; si lograbas la proeza de antes de pagar tú, alguien más te la invitara, la bebías hasta dejar el “casco” vacío; para qué hablar de marcas, si como decía el difunto Facundo Cabral de las ofrendas de los Chamulas; “Dios” sabe bien lo que apetece.
Lo ocurrido en Pueblo Viejo no es nuevo; pero más allá de ese refrán aludido, las imágenes nos revelan hasta dónde llega la verdad de una sentencia, en un país donde la cultura sigue estando en el último lugar de la agenda de gobierno, y sobre todo, muy lejos de las zonas urbanas.
En el mundo cibernético las imágenes transmitidas en las redes sociales, grabadas por la cámara de un celular, suelen ser, un acto voyerista, es la pornografía actual; es el regocijo en los rostros de principio a fin, gente que muestra a otra nuestra realidad y se ríe, se mofa de lo que está pasando y hasta se atreve a dar lecciones de moral; son sin duda imágenes tristes.
Decenas de habitantes de la colonia Las Margaritas en Pueblo Viejo, Veracruz, realizan sin el menor sonrojo rapiña en un camión de refrescos de conocida marca; bajo la presencia de autoridades municipales de aquel lugar; así como lo oye, “robo en despoblado”.
Camión sacado de la maleza momentos antes, tras sufrir un accidente, cuando se quedó sin frenos; la rapacidad llega en el momento mismo de ser atendidos sus tripulantes; no existe un atisbo de vergüenza, sí de premura por vaciarlo.
Y lo peor, la participación de al parecer familias enteras; viejos, adultos, jóvenes y niños; hombres y mujeres; más de 20 personas lo dejaron vacío en unos minutos. Hubo celebración por la acción, carcajadas, y competencia, para ver quién se quedaba con el mayor número de producto.
Qué permitimos en nuestro país, y enseñamos a nuestros hijos a nuestros jóvenes, donde se muestra un estado sin ley, una autoridad sin carácter, a veces cómplice, a veces tibia y a veces
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