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Valoración Crítica3
«Giovanna D'Arco»
Teatro Real
A punto de concluir la temporada, el Teatro Real completa las representaciones de «Il trovatore» con la más desconocida, infrecuente e inmadura «Giovanna d’Arco», escrita por Verdi en su años de galera. El descubrimiento del título en Madrid responde a la presencia, un año más, de Plácido Domingo, quien va encontrando acomodo en papeles más o menos ajustados a sus condiciones y apura la carrera proporcionando puntuales momentos de felicidad a sus seguidores más fieles.
Por el momento, «Giovanna d’Arco» ha triunfado aunque sea importante señalar que si la obra logró alcanzar altura, fue gracias al director musical James Conlon, quien demostró categoría y capacidad, quien llevó entre algodones a un reparto que estuvo a ras de tierra, y cuyas arbitrariedades musicales fueron disimuladas desde el foso con una habilidad realmente sobresaliente.
Conlon ofreció una versión muy robusta, de sonoridad amplia y muy bien equilibrada ya desde el arranque, en la sinfonía. De inmediato, encontró en el coro del
Teatro Real
a un colaborador fiel, preciso y cómplice. Fue todo un detalle que apareciera sin partitura, cantando de memoria, un punto impreciso en algunos ataques, pero con mucha autoridad a la hora de defender papeles tan marmóreos y artificiales como el de los soldados en el final del acto I. También la orquesta colocada en el foso dio lo mejor de sí misma obligada a encontrar una flexibilidad compleja y no siempre cómoda frente a cantantes demasiado inconstantes.
La soprano Carmen Giannattasio dio voz a la protagonista, llevando el papel tan a su terreno que no dudó en disimular los adornos y tantear con precaución las agilidades. Cantó muy «ad libitum» especialmente la romanza del acto I, pronunció extrañamente y desafinó de manera obvia en muchos pasajes. Animó la representación convirtiendo su presencia en el escenario en un desfile de moda, cambiando de traje en cada uno de los actos, un gesto que dio espectacularidad a la interpretación aunque quizá quitó algo de credibilidad al papel de Giovanna, por otra parte pendiente de una verdadera transfiguración más íntima y personal. A su favor, la fortaleza de los agudos y presencia vocal.
Michael Fabiano defendiendo a Carlo VII también pisó el escenario con fuerza, dispuesto a todo. En su caso la voz se engrandece al proyectarse con un vibrato muy expresivo aunque no siempre otorgue a las frases una dirección musical clara. Se mostró errante en la escena y cavatina inicial, y luego en la del tercer acto debió alcanzar un máximo a tenor de los bravos, algo estentóreos, que se escucharon.
Domingo merece un comentario aparte ante una actuación suficiente y apenas bien intencionada. Muy esforzada y dificultosa en momentos comprometidos como el aria del acto primero, «Franco, son io», con un primer atisbo de aplauso; escasa, incluso dubitativa en algunos pasajes, aunque hábil al protegerse entre los demás intérpretes en dúos, tríos y coros. En los saludos finales se unió siempre a los demás, una y otra vez. No hubo oportunidad para discriminar entre ninguno de ellos a pesar de que «Giovanna d’Arco» distingue claramente tres protagonistas.
Sería fácil decir que el gesto explica un cierto temor a defenderse cada cual de manera individual pero no tiene porque ser así. Los aplausos ocasionales que Domingo recibió en la escena y romanza, «Ecco il luogo», del acto segundo, demostraron que el ambiente era propicio: que el público que ayer acudió a escuchar «Giovanna d’Arco» tenía ganas de disfrutar y que además lo hizo. Por eso se aplaudió mucho y a todos, aun habiendo un claro triunfador: James Conlon, quien logró hacer creer que este Verdi muy convencional es una gran obra. Alguien que trabajó a favor de un reparto limitado y del que extrajo lo mejor. Un año más, prueba conseguida.