Tan inmersos estamos en la vorágine violenta mexicana que la solución parecería imposible en el corto plazo. Y me refiero a esa necesidad que tenemos de respirar paz; de frenar por unos segundos tanta locura y creer en algo.
¿Sabes por qué nos sentimos así? Estamos al revés; buscamos frenar la violencia con soluciones intermedias que no atacan el problema de raíz. O mucho peor, abordamos a los criminales con estrategias igual de violentas. Más policía y más patrullajes. No confiamos en nadie. Somos millones alienados.
Y toda esta nube espesa nos sigue acortando la vista ante la única opción que considero tan válida como eludida por la mayoría: la construcción de la paz.
¿Qué pasa en nuestras casas? Alcoholismo, violaciones sexuales, feminicidios, violencia intrafamiliar y pandillerismo. Falta quitarnos los prejuicios y conocer quién es nuestro vecino. Buscar la reinserción y no la condena eterna.
Y todo esto ocurre porque evitamos ver hacia las colonias más vulnerables. Son contadas las organizaciones (Gaceta de Paz, Promoción de Paz) que abrazan al que a ti te asustaría siquiera saludar. La gente es gente; le estiras la mano y nunca lo olvidará.
Pero para lograrlo nos tenemos que mover; antes que prevenir busquemos educar. Desde lo básico en las calles a los que estamos en los medios de comunicación u organizaciones multilaterales.
Está cabrón que la violencia sea lo que vende. ¿Cuándo consumiremos noticias agradables? Y ojo que la culpa es doble, no seamos moralistas. Anímate y piensa por unos segundos cuál es tu aporte real al desmadre que tenemos hoy.
Construir es ser proactivo. Arremángate, busca tu mejor área de oportunidad y intentemos cambiar este presente donde seguimos contando muertos, miedo y gobernantes ineficientes, porque la mayoría combatimos al fuego con mucho más fuego.
Twitter: @santiago4kd