Sentados en la cubierta de un barco pesquero amarrado en uno de sus principales canales, Yann Monod, director general de Elipsos Internacional-Renfe-SNCF en Cooperación, y François Commeinhes, presidente de Sète Agglopole Mediterranée y alcalde de la ciudad, han explicado a un grupo de periodistas las diferentes acciones para promocionar el turismo entre España y Francia. Los viajeros disponen de una frecuencia diaria que conecta Barcelona, Girona y Figueres con Sète como aperitivo de las 3 frecuencias diarias de habrá en la temporada de verano del próximo año.
Ambas empresas, apoyadas por la Oficina de Turismo de Sète, están interesadas en atraer a este destino más turismo de proximidad, sobre todo a las personas que les gusta viajar en tren, entre los que destacan los norteamericanos, que no tienen alta velocidad, y “además les dejamos viajar con tres maletas y llegar cinco minutos antes del horario de salida” explicó en Monod. Desde Barcelona a Sète se tarda alrededor de 3 horas por el módico precio de 29 euros por trayecto. Y la estación se encuentra en el centro de la ciudad y, ya en Francia, admirando la belleza de las lagunas costeras, ya que el tren circula entre dos estrechas bandas de tierra que las separan del mar.
La ciudad de Sète se encuentra ubicada en el sureste de Francia, en la región de Occitania, entre el mar Mediterráneo y la Laguna de Thau. Es conocida como la Venecia de Languedoc o francesa, por la gran cantidad de canales que la atraviesan, lo que le confiere un irresistible aire de romanticismo. Luis XIV mando construir el Canal du Midi para conectar el mar Mediterráneo con el Atlántico y el puerto de Sète, lo que permitía el atraque de embarcaciones de mayor calado para facilitar el comercio.
Puerto pesquero
En la actualidad, Sète dispone de un gran puerto multifuncional con diferentes terminales, instalaciones por las que pasan gran cantidad de mercancías. También tiene un puerto deportivo que conecta los canales de la ciudad, una terminal de cruceros con rutas regulares en ferrys hacia Marruecos o turísticos que navegan por el Mediterráneo y que hacen escala en la ciudad. Muy interesante para ver es el puerto pesquero, el segundo más importante del Mediterráneo, que alberga un mercado de pescado y marisco que se convierte cada tarde en un auténtico espectáculo cuando regresan los arrastreros y atracan los barcos escoltados de gaviotas.
La ciudad no es muy grande y tiene unos 45.000 habitantes, pero ofrece al viajero una gran oferta culinaria y una interesante programación cultural y artística. La población rodea el Monte Saint-Clair, de unos 183 metros de altura. Desde su colina, las vistas del mar y las lagunas son espectaculares. Al atardecer, la puesta de sol tiñe el paraje de preciosas casas, cipreses, flores y pájaros de un cálido color rojizo. En su cima también se puede visitar la Capilla Notre Dame de la Salette, construida en 1891 y con unos interesantes frescos en su interior.
El Bosque de las Pierres-Blanches, con 20 hectáreas de pinar y 700 especies vegetales, invita a hacer algo de senderismo. En la bajada, ya sea en coche o andando, no hay que dejar pasar la oportunidad de pasear por los canales de la ciudad en uno de los pequeños barcos que durante una hora y con guía turístico, explican la historia de los distintos monumentos que se encuentrna durante el recorrido. El ambiente en los canales es efervescente, lleno de barcazas repletas de turistas, lanchas motoras con grupos de divertidos jóvenes descamisados, barcos comerciales y de pesca. Levantar la mirada y posarla sobre los coloridos edificios de estilo hausmaniano evoca siglos de historia.
Oferta gastronómica
A ambos lados del canal existe una gran oferta de restaurantes donde poder saborear su variada y deliciosa gastronomía, con reminiscencia italiana, francesa y mediterránea. En cualquier restaurante se pueden degustar las famosas “Bouzigues”, ostras de los viveros del estanque de Thao, la “Tielle”, una especie de pastel pequeño de color anaranjado relleno de sepia (almuerzo tradicional de los pescadores procedente de Italia y que produjo y comercializo la cocinera Adrienne Virduci allá por 1937) la “macaronade”, mejillones rellenos, sepia, rape, etcétera. Tamañas delicias culinarias las ofrece, por ejemplo, el chef Fabien Fage, con una estrella Michelin, en sus restaurantes “The Marcel”, de cocina inventiva con acento mediterráneo y elaborada con productos emblemáticos de la tierra. El establecimiento se amplía con un bar de tapas donde se pueden ver exposiciones y espectáculos.
Dicen que para descubrir las particularidades de una ciudad lo mejor es andar por sus callejones, visitar sus tiendas y hablar con sus gentes. Pero si el escaso tiempo impide una charla con un lugareño, Sète lo pone muy fácil, porque el municipio ha dispuesto 14 paneles situados en lugares emblemáticos que explican la historia de la ciudad. Posee innumerables barrios atractivos, como le Quartier Haut, o Barrio Alto a los pies de Saint Clair, uno de los distritos de Sète donde se instalaron los primeros pescadores, principalmente italianos que llegaron a la urbe. El paseo rememora a Nápoles por el laberinto de sus callejones empinados. También La Point Courte o Punta Corta es un pintoresco barrio de casitas pintadas de colores y habitadas por “los pointus”, personas que viven de los pequeños oficios de la pesca.
El mundo de Georges Brassens
Entre las cosas interesantes que ver en Sète, además de su conjunto arquitectónico, está el Estanque de Thau y sus tranquilas aguas con pequeñas cabañas de madera donde los pescadores guardan sus utensilios de faena. Otra visita imprescindible en el Faro de Sète, que data de 1948, desde donde se pueden contemplar unas espléndidas panorámicas del puerto deportivo y de los canales.
El espacio Georges Brassens invita a conocer la vida y obra del cantautor, hijo predilecto de la ciudad, mientras el Museo Internacional de Arte Modesto expone una original muestra de objetos cotidianos y el Museo del Mar ofrece al viajero la historia del puerto de Sète con un sinfín de planos, maquetas, videos etc. También es interesante le Maco, una galería a cielo abierto donde los artistas pueden presentar cada año sus obras en las paredes de la ciudad.
Teatro Molière
De visita obligada es el mercado de les Halles, centro esencial de la ciudad donde poder adquirir o degustar “in situ” los productos de la zona a precios muy razonables lo que hace que sus locales de degustación estén muy concurridos. Para lo aficionados al necroturismo, destaca el Cementerio Saint Charles, edificado en 1680 para enterrar a los trabajadores que fallecieron construyendo el Muelle de Saint-Louis. Allí descansan algunos de los hijos célebres de la ciudad, como el director de teatro Jean Vilar o el poeta Paul Valery. En 1945 el cementerio pasó a llamarse Cementerio Marino en honor a uno de los célebres poemas de Valery. Pasear por sus calles es descubrir algunas esculturas y capillas consideradas tesoros arquitectónicos, muchas de ellos, fabricados con mármol de carrara. El Teatro Molière, catalogado como Monumento Histórico, encabeza el capítulo cultural y artístico de la esta ciudad-galería de arte.
Doce kilómetros de preciosas playas de arena fina invitan al “dolce far niente”, dejarse acariciar por el sol o dar relajantes paseos por la orilla del mar. También a practicar todo tipo de deportes náuticos, y con el cansancio, no está de más una pausa para sentarse en algunos de los excelentes bares que abundan en las playas como, por ejemplo, “La Canopee”, en la Playa de Villeroy, aconsejable por su relación de calidad y precio.
Justas languedocianas
A lo largo del año también se suceden fiestas y festivales que atraen a miles de personas. Uno de ellos se celebra a lo largo del verano, entre junio y septiembre en fines de semana, cuando Sète celebra su fundación con una especie de torneo medieval en el mar. “Las justas languedociana” consisten en que dos equipos enfrentados con diez contendientes cada uno, vestidos de blanco y con lanza y escudos, se enfrentan entre en dos gigantescas góndolas, una roja y otra azul, hasta que uno de los dos cae al agua. El apogeo de la competición coincide con la celebración en agosto de las fiestas de Sant Louis.
La ciudad también cuenta con una importante red hotelera de diferentes categorías que se adapta a todos los bolsillos ampliada con la alternativa mas asequible de casas rurales y apartamentos.