El presidente Guaidó detuvo la negociación auspiciada por Noruega. Un gesto de protesta por la muerte, víctima de tortura, del Capitán de Corbeta Acosta Arévalo. Pero ella debe retomarse porque es una vía para realizar acuerdos que pongan fin a la destrucción del país y al sufrimiento de la gente.
La política transicional, aquella que tiene por objetivo cultivar y construir fuerzas y condiciones para reconquistar la democracia, debe poner énfasis en alentar un movimiento que, a todos los niveles, promueva entendimientos en la población, en las organizaciones de la sociedad y en el seno de las instituciones. El acuerdo es una herramienta positiva de lucha que debilita y anula el sistema de imposiciones autoritarias que sostienen al régimen.
Una política que promueva el acuerdo en todo espacio y lugar es la mejor forma de relacionarse con la gente a partir de sus intereses y necesidades concretas. La mayoría de los venezolanos respalda este camino en el terreno de la opinión y la llevan a cabo en su práctica cotidiana. No es discurso, es lo que la gente ya está haciendo por su cuenta.
Los partidos dedican muy pocos esfuerzos al acompañamiento y apoyo a estas relaciones solidarias que abundan en aquellos sectores de la población más castigados por la crisis. La élite política deja en ángulo muerto, las pequeñas, diversas y numerosas formas populares de entendimiento. Son insensibles al hecho político que indica que donde se sella un acuerdo, por insignificante que parezca, se está derrotando la polarización que conviene al poder.
Sin darle un horizonte común a estas pequeñas victorias de base no habrá ruptura democrática del autoritarismo. Sacar del área de control del régimen a toda parcela de sociedad que sea posible, estableciendo el diálogo y la acción conjunta entre ciudadanos, con identificación política diferente, abre puertas para dos logros importantes: fortalecer organización y echar piso a una conciencia de cambio en la sociedad civil.
Si el régimen aceptó la iniciativa de Noruega es porque la necesita. El para qué de su interés es distinto al de la oposición. Un dato que debe tomarse en cuenta al denunciar, movilizar y luchar contra la pretensión oficialista de intentar mandar con el rechazo de los gobernados. Un dato también para hacer una mejor oposición.
En la acera opositora urge repensar la estrategia de cambio y sustituir el cese a la fuerza de la usurpación por un cese democrático y electoral, acordado entre las partes. Un nuevo desarrollo de la estrategia que tenga como prioridad las elecciones, la economía de sacrificios a la población y la formación de un gobierno de integración con representantes de la oposición, del chavismo y personalidades independientes. Esto sí oxigenará a Guaidó.
A esa versión del cambio le hace falta rostros, una vocería colectiva que explique al país que no todas las opciones están sobre la mesa y un mayor activismo a favor del entendimiento por parte de organizaciones de la sociedad civil que refuercen el rol de los partidos, hoy necesarios pero insuficientes.
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