“No se vive de lo que se come sino de lo que se digiere”, dice un viejo proverbio. Y Jean-Anthelme Brillat-Savarin, en su maravilloso libro Fisiología del gusto, recuerda que la digestión es, de todas las operaciones corporales, la que influye más sobre el estado moral del individuo. Las palabras del autor francés me hacen pensar que el platillo con el refrán “tripa vacía, corazón sin alegría” que colgaba de una de las paredes de casa de mi abuela era cierto pero impreciso, puesto que sí, la tripa llena contenta al corazón, pero qué quebraderos le da a la cabeza si, después de llenarse, no hay manera de vaciarla.