Nos desplazamos entre lo impredecible; las cosas no ocurren bajo la lógica simple, y en el arte menos. Estoy seguro que Garnica pudo obtener alguno de los Premios Estatales de Cultura prácticamente cuando quisiera: es uno de nuestros artistas más destacados –y por mucho-.
Además, ha sido un promotor de una perseverancia inquebrantable y posee una generosidad para con la comunidad cultural que ya hubieran querido otras figuras destacadas como Byron Gálvez. Enrique siempre ha estado en contacto con la gente desde muy diversos frentes y es por ello que ha contribuido a la formación de varias generaciones. He trabajado con él estrechamente y puedo preciarme de considerarlo uno de mis grandes amigos; lo que no obsta para que no dialoguemos constantemente sobre qué hacer con el arte. Son ya varias décadas en que hemos sumado nuestros afanes, obsesiones y metas. Siempre celebraré que se gané un premio; incluso le he dicho que nadie podrá objetar el galardón reciente –María Teresa Rodríguez- cuando se lo da una de las administraciones más abyectas de que se tenga memoria (seguro varios funcionarios en turno no saben quién es, ni que ha hecho –allá ellos-). El jurado atinó y uno de los grandes provocadores del debate cultural en el estado ha sido reconocido. Aplaudo también que la Fundación Arturo Herrera Cabañas lo haya postulado. Algo se logró en medio de una condición paupérrima a nivel estatal. En la misma tanda estaba premiado otro grande: Diego José, un poeta excelso y un hombre igual de generoso y comprometido. ¿Cuántas veces las flores tendrán que emerger del fango? Quizá no exista el momento ideal, y hay que congratularnos de que un artista crítico, aferrado, y magnífico haya sido reconocido. Lo demás, parece lo de menos.
circozonico@hotmail.com
