Hay una cosa de la cual estoy casi seguro. Y es del hecho de que cada escuadra de boxeo que participará en los venideros Juegos Panamericanos de Lima debe tener hecho su propio organigrama competitivo, atendiendo a las divisiones en las que participarán sus hombres, simulando eliminaciones por aquí, avances por allá, pero, y lo repito, estoy convencido de que cada vez que sus vaticinios se topan con un púgil cubano por el camino, se les tranca el dominó predictivo.
La historia le ha dado a mi cabeza (y a mi corazón) el derecho a la soberbia. Por eso es que cada vez que un cubano sube al ring da igual el contrincante que tenga enfrente. Mi cabeza siempre va a dar al nuestro como favorito.
En Lima, desde el inicio, tendremos cierta «ventaja», toda vez que nuestra escuadra boxística aterrizará en la capital peruana como la única que logró clasificar a sus diez hombres.
El objetivo en esta ocasión será sobrepasar la cosecha lograda cuatro años atrás en Toronto, cuando nuestro equipo se llevó seis títulos y cuatro platas.
Sin embargo, lo de la cita canadiense no ha sido la zafra más impresionante de nuestras escuadras nacionales de boxeo en este tipo de certámenes, pues como tuvo a bien recordarnos el colega Roberto Ramírez, del diario digital JIT, Cuba ha tenido desempeños despampanantes en otras ediciones, como La Habana 1991 (11-0-0), Indianápolis 1987 (10-0-1), Winnipeg 1987 (9-0-3), Caracas 1983 (8-2-0), Guadalajara 2011 (8-1-0), México 1975 (7-2-2) y Mar del Plata 1995 (7-2-1). No obstante, en Toronto los nuestros dieron un golpe sobre la mesa y bajaron del carro a una delegación que, en esa oportunidad, no rodó mucho.
La historia dice que los boxeadores con más títulos en Juegos Panamericanos son Rolando Garbey (Winnipeg 1967, Cali 1971 y México 1975, siempre en 71 kg), Orestes Solano (Caracas 1983 e Indianápolis 1987 en 71 kg, y La Habana 1991 en 91 kg), Julio González (Indianápolis 1987, La Habana 1991 y Mar del Plata 1995, en 60 kg) y Félix Savón (Indianápolis 1987, La Habana 1991 y Mar del Plata 1995, en 91 kg), mientras que la división de los 60 kg ha aportado diez preseas, y solamente un exponente de ese peso, Ángel Herrera, dejó escapar el triunfo cuando cedió frente al estadounidense Pernell Whitaker en la edición de Caracas 1983.
Las ocho preseas sumadas en los 71 kilos son de oro, diez se conquistaron en los 75 kg, división en la que también aparecen dos de plata y una de bronce, y apenas cuatro exhibe la fusión 63,5-64 kilos, dos de ellas de Candelario Duvergel (Caracas 1983 e Indianápolis 1987).
Ahora, en la capital peruana, Lázaro Álvarez (60 kg), Andy Cruz (64 kg), Arlen López (75 kg), Julio César La Cruz (81 kg) y Erislandy Savón (91) intentarán volver a la azotea del podio, y en esta oportunidad tendremos, además, a tres «debutantes» panamericanos: Damián Arce (49), Osvel Caballero (56) y Dainier Peró (+91).
La posibilidad de tener presencia total en la final es real, tangible, aunque trocar las diez peleas en oro es un poco más complicado, toda vez que cada año que pasa las posibilidades de triunfar en cualquier deporte se endurecen, pues el nivel entre los países, sea en la disciplina que sea, va en aumento y las distancias en la calidad competitiva disminuyen. Pero cuando se habla de ring, los nuestros llevan décadas aguantando los tirones al frente del pelotón. Habrá que esperar al último canto de la campana, en el ring del coliseo Miguel Grau, para ver por dónde fueron los golpes.